El pasado domingo 24 de febrero llevamos a cabo la trigésimo quinta de las rutas del programa “Zamora, Aves y Naturaleza”. En una soleada mañana, con un tiempo excelente, 18 personas acompañadas por los guías del programa pudieron disfrutar de la variada avifauna y los bellos paisajes del río Duero a su paso por la ciudad de Zamora.
Somormujo lavanco (Podiceps cristatus)
Entre las especies observadas destacaron las típicas acuáticas presentes en esta época del año, como el somormujo lavanco, el zampullín chico, el cormorán grande, la garza real, la cigüeña blanca, el ánade azulón, la gallineta común, el andarríos chico, la gaviota reidora y un precioso martín pescador.
Gaviota reidora (Chroicocephalus ridibundus)
Tambien hubo una buena representación de aves forestales como el pico menor, el mito y el herrerillo común; palustres como el pájaro moscón y el ruiseñor bastardo; e incluso rapaces como el milano real y el cernícalo vulgar.
Pico menor (Dryobates minor)
Pudimos observar cómo varias parejas de garza real -con sus espléndidos plumajes nupciales- se hallaban ya ocupando sus nidos en la colonia emplazada en nuestro tramo fluvial urbano.
Garza real (Ardea cinerea)
Una vez más cumplimos satisfactoriamente nuestro objetivo de mostrar a los residentes y visitantes de nuestra ciudad las maravillas ornitológicas que albergan sus variados y bien conservados espacios naturales urbanos y periurbanos.
Además aprovechamos para informar y concienciar a los participantes sobre la importancia que tienen los medios ribereños, la vegetación palustre o las islas fluviales no accesibles para la conservación de la biodiversidad.
Gallineta común (Gallinula chloropus)
La próxima actividad del programa tendrá lugar el domingo 10 de marzo. En esta fecha esperamos contar con la presencia de una de las rapaces más características del medio ribereño: el milano negro, que alcanza en el municipio de Zamora una de las densidades más elevadas de todo el continente europeo.
Milano negro (Milvus migrans)
La inscripción en las rutas es gratuita. Para realizarla basta con enviar un mensaje de whatsapp al 676046551 o un e-mail a elpicanzo@yahoo.es.
“Zamora, Aves y Naturaleza” es un programa de rutas de observación de aves promovido por la Concejalía de Turismo del Ayuntamiento de Zamora con la colaboración de “El Mirador del Lobo”.
Tomares ballus en Villaseco del Pan (Zamora). 18 de abril de 2018.
Debió de ser hace unos 13 años, en uno de los primeros paseos que compartí con él por tierras zamoranas. Emmanuel D’Hoore -entusiasta naturalista que lo mismo domina la ornitología que la botánica, la micología o la liquenología- fue el responsable de despertar en mí un interés sistemático por el fascinante mundo de los lepidópteros. Aquella mañana de marzo me señaló aquella minúscula y maravillosa mariposa posada sobre una pequeña planta, apenas más grande que ella, a muy pocos centímetros sobre el suelo. ¡Es Tomares ballus! exclamó como si acabara de descubrir a una celebridad en aquel rincón felizmente perdido de la comarca de Sayago.
Tomares ballus en Villalcampo (Zamora). 19 de marzo de 2014.
Y no le faltaban razones para su entusiasmo. Después de todo, en Bélgica -el país de origen de Emmanuel- no existe este licénido, cuya distribución mundial se limita al Magreb, la península Ibérica y el sureste de Francia. Es Tomares ballus una especie de marcadas querencias mediterráneas que busca las regiones secas y soleadas aunque no es tampoco, precisamente, una amante de los grandes calores. De hecho, su período de vuelo se restringe a un par de meses en la transición del invierno a la primavera. En las mañanas de los días claros y sin viento de marzo y abril -que no son tantas, ciertamente- podemos encontrarla, eso sí, posada muy cerca del suelo y envuelta en su lanudo abrigo de intenso color verde, tomando el sol durante unas cuantas horas antes de activarse.
El nombre del género linneano al que pertenece –Tomares– está tomado del de una pequeña ciudad andaluza próxima a Sevilla. El creador de este género, el médico y entomólogo francés Jules Pierre Rambur visitó Andalucía entre 1834 y 1835 y fruto de este viaje publicaría más tarde dos obras fundacionales en el conocimiento de los lepidópteros ibéricos: Faune entomologique de l’Andalousie y Catalogue systématique des Lépidoptères de l’Andalousie. Viaje, por cierto, en el que no faltaron las aventuras y desventuras de inequívoco sabor romántico: asaltos de bandoleros en la sierra y detención por las autoridades británicas acusado de espionaje tras ser sorprendido escalando el Peñón.
Tomares ballus en Almaraz de Duero (Zamora). 6 de abril de 2014.
En el transcurso de los cinco años que llevamos trabajando en el Atlas de las mariposas diurnas de Zamora (Proyecto “Barbuleta”) los miembros de NaturZamora-Asociación Zamorana de Ciencias Naturales podríamos llenar también un montón de páginas con anécdotas vividas -y algunas inventadas- durante las prospecciones de campo que nos han llevado a recorrer toda la provincia (10.500 km2) buscando y estudiando a estos bellísimos insectos. Más de 50 personas que han aportado cerca de 20.000 registros relativos a un total de 138 especies: un pequeño ejército de héroes de la ciencia ciudadana. Un ejemplo verdaderamente gráfico de la enorme importancia de la labor realizada es precisamente el caso de Tomares ballus, considerado hasta hace poco una especie rara en Castilla y León.
Distribución de Tomares ballus en el Atlas de las Mariposas Diurnas de Zamora. NaturZamora-AZCN
En el Atlas de las mariposas diurnas de la Península Ibérica se recoge su presencia en tan solo cinco cuadrículas UTM de 10×10 km correspondientes a la provincia de Zamora. Pues bien, en el período 2014-2018 hemos recogido observaciones de esta especie en 52 cuadrículas, es decir, hemos multiplicado por diez la distribución conocida de la especie en este territorio y estamos -por fin- muy cerca de conocer su distribución real. Gracias a esto sabemos, entre otras cosas, que resulta especialmente frecuente en el cuadrante suroccidental, sobre todo en las comarcas de Sayago, Tierra del Pan y Tierra de Alba. Y que se encuentra también bastante extendida por las comarcas más orientales como Benavente, Campos, Toro y Tierra del Vino pero que parece ser realmente muy escasa y localizada en todo el cuadrante noroeste. Ocupa básicamente áreas con relieve suave cubiertas de matorral bajo y claros de bosques de quercíneas, en altitudes comprendidas entre los 400 y los 1000 m. Por otro lado, el período de vuelo registrado en Zamora comprende entre la última semana de febrero y la última de abril.
Tomares ballus en Vilalcampo (Zamora). 12 de abril de 2016.
El primer paso para poder proteger y conservar nuestra biodiversidad es conocerla, saber qué especies tenemos, cuál es su distribución, en qué estado se encuentran sus poblaciones, sus tendencias…Un conocimiento que resulta vital pues estamos hablando, no ya de un recurso más sino de la base cada vez más vulnerable que sustenta nuestro propia supervivencia. Y este conocimiento procede en gran medida de las ingentes aportaciones de la llamada ciencia ciudadana. De esforzados y entusiastas voluntarios que dedican de modo altruista enormes dosis de tiempo y trabajo a este cometido. Esta entrada quiere ser un pequeño homenaje a todos esos verdaderos héroes románticos.
Entre los años 1998 y 2001 (ambos incluidos) llevé a cabo un exhaustivo trabajo de campo sobre la biología de esta estrigiforme en el bosque zamorano de Valorio. Los resultados, con aportación de algunos datos procedentes de otras áreas de la provincia, los publiqué en un artículo titulado “Aproximación a la biología del búho chico (Asio otus) en la provincia de Zamora” que apareció en el número 18 del Anuario del Instituto de Estudios Zamoranos “Florián de Ocampo” (el correspondiente al año 2001).
Entre los resultados obtenidos mencionar que la población reproductora de búhos chicos en Valorio varió en aquel período entre las 3 y la 7 parejas y que éstas utilizaron para criar fundamentalmente nidos abandonados de urraca (Pica pica) ubicados sobre pinos piñoneros (Pinus pinea). Las fechas de puesta se extendieron entre mediados de diciembre y finales de mayo aunque la mayor parte se produjeron durante el mes de marzo. El tamaño de las puestas estuvo entre 4 y 6 huevos y el número de pollos que abandonaron el nido entre 2 y 6. Mediante el análisis de egagrópilas recogidas en Valorio se identificaron más de 2.800 presas de esta especie. De ellas casi el 80% fueron micromamíferos, principalmente ratón moruno (Mus spretus), topillo campesino (Microtus arvalis) y ratón de campo (Apodemus sylvaticus). Además, un 19% de la presas fueron aves passeriformes, siendo las más frecuentes el gorrión común (Passer domesticus), el estornino negro (Sturnus unicolor) y el verderón común (Chloris chloris).
Desde entonces he seguido haciendo un seguimiento de esta población local de búhos chicos que en términos generales se ha mantenido en parámetros similares a los de aquel período si bien en los últimos años parece estar sufriendo una cierta regresión. Esta disminución de sus efectivos tal vez entre dentro de las fluctuaciones periódicas que caracterizan la demografía de esta rapaz nocturna pero lo cierto es que viene acompañada por una disminución drástica en la presencia de topillo campesino (la presa con mayor aporte de biomasa en el estudio citado) en sus egagrópilas y coincide con el desplome generalizado de las poblaciones de otras aves especialistas en pequeños roedores como la lechuza común (Tyto alba), el búho campestre (Asio flammeus), el elanio común (Elanus caeruleus) o el aguilucho pálido (Circus cyaneus) en la provincia de Zamora y en gran parte de Castilla y León. Podemos sospechar que detrás de ello se esté ocultando un uso masivo de rodenticidas además de los efectos multiplicados de otras prácticas habituales de la actual agricultura industrializada, igualmente nocivas para la fauna silvestre y para el medio natural en general.
El mito (Aegithalos caudatus) es, sin duda, una de las aves más pequeñas, bonitas y encantadoras de las que habitan nuestros bosques. Una de sus características morfológicas más notables reside en su larga cola de 7 a 9 centímetros de largo que supone más de la mitad de la longitud total del ave (12 a 14 centímetros). Su peso es uno de los menores entre las aves europeas: ¡tan solo de 7 a 10 gramos!.
Este duendecillo elige vivir en bosques y sotos, preferentemente de planifolios. Entre la espesura de la vegetación, sobre un árbol o un arbusto, construye su elaborado nido en forma de bolsa y con una entrada lateral, tejiéndolo con musgo, líquenes y telas de araña. En su interior deposita una o dos puestas anuales integradas por entre ocho y diez minúsculos huevos.
Una vez abandonado el nido, los juveniles permanecen con sus padres durante varios meses, hasta finales del invierno. Los grupos familiares vagan en ese período por bosques y jardines buscando incansablemente pequeños insectos y otros invertebrados con que alimentarse. Observar sus incansables movimientos acrobáticos entre las ramas de los arboles y arbustos resulta un alegre y entretenido espectáculo.
En la provincia de Zamora es una especie ampliamente extendida, presente en todas las comarcas, especialmente en áreas cubiertas por bosques húmedos. Frecuenta especialmente los sotos o arbolados de riberas de ríos y arroyos y los robledales. Solamente resulta muy escaso en Tierra de Campos, donde precisamente ese tipo de masas son más raras.
Los que vivimos en la ciudad de Zamora no precisamos ir muy lejos para poder disfrutar con la observación de estas irresistibles bolitas de plumas. El mito es un residente y nidificante habitual -aunque no muy abundante- en el bosque de Valorio y las riberas e islas del Duero en Zamora capital. Además, fuera de la época de cría algunos grupos familiares recorren también parques y jardines del interior de la ciudad, lo cual facilita aún más nuestro contacto con esta especie, nada tímida por otra parte. Así que ya sabéis: coged los prismáticos ¡y a buscar mitos!
En El anzuelo de Hoderi, una antigua leyenda japonesa, Toyotama, Princesa del Mar exige a su prometido Hohodemi que el palacio que debe construir para ella en tierra firme ha de estar cubierto de alas de cuervo marino pues sus negras plumas tornasoladas reflejaban la luz del sol y le recordaban las brillantes cúpulas de madreperla del palacio subacuático de su infancia y adolescencia. Leí de niño esta maravillosa historia, innumerables veces, en un fantástico volumen titulado Narraciones de todo el mundo y siempre trataba de imaginar cómo serían en la realidad unas aves cuyo plumaje las hacía merecedoras de tan glorioso como lamentable destino.
Tiempo adelante, tendría 17 años y andaba en mis comienzos como buscador de aves por las riberas del Duero zamorano, pude al fin tenerlos delante de mis ojos. Dos ejemplares adultos de magnífico y brillante plumaje color carbón con la nuca contrastadamente blanca y unos inolvidables ojos color esmeralda enmarcados por el llamativo amarillo de la piel del rostro. Aquellas grandes aves acuáticas procedentes del lejano norte que se sumergían con increíble habilidad y potencia en busca de su escamosa pitanza, me parecieron en aquel momento un compendio de todo lo salvaje, primitivo y vital que anida en el espíritu de la naturaleza.
No es raro que, aunque ya llevaba un par de temporadas por lo menos dedicándome a observar aves, no los hubiera visto antes. La presencia habitual del cormorán grande (Phalacrocorax carbo) en tierras zamoranas y en la cuenca del Duero en general, data precisamente de aquellos años, de la década de 1980. La protección de que disfrutaba desde hacía algún tiempo en sus países de origen (Dinamarca, Holanda, Alemania, Francia, Reino Unido, etc) había provocado un gran aumento de sus poblaciones migradoras y con ello una extensión muy notable de su área de invernada, en especial en el interior de la península ibérica.
Actualmente es posible observar esta especie en prácticamente todas las masas acuáticas de la provincia de Zamora y a lo largo de todos los meses del año. Resulta mucho más abundante, eso sí, fuera de la época de cría, ya desde los meses de julio y agosto -los primeros migrantes bajan muy pronto, mucho antes de la llegada de los primeros días fríos- hasta el mes de abril. En enero de 2013, en el transcurso del censo estatal coordinado por SEO/BirdLife, en el cual participé como coordinador provincial, se contabilizaron 1.826 ejemplares, distribuidos entre 14 dormideros. Zamora albergaba el contingente más numeroso entre las provincias de Castilla y León, con algo más del 30% de la población censada en esta comunidad autónoma. Casi todos los cormoranes se encontraban a lo largo de los cursos del río Duero (1.536) y Esla (244), con la mayor concentración en el tramo central del Duero, en el entorno de la capital, donde se agrupaba más de la mitad de la población invernal de toda la provincia (1.039 aves).
Además, durante la estación reproductora permanecen habitualmente con nosotros algunos grupos de no reproductores y, desde hace unos 15 años, contamos con una pequeña población nidificante, repartida entre tres o cuatro pequeñas colonias que acogen cifras totales, por lo general, no superiores al medio centenar de parejas. Estos núcleos de cría, al igual de los dormideros comunitarios, se ubican en el arbolado ribereño, aunque algunas parejas han llegado a criar, eventualmente, sobre sustrato rocoso.
La presencia, relativa y localmente abundante, de este consumado y especialista ictiófago causó, desde un primer momento,, preocupación entre los aficionados a la pesca deportiva y se producen por parte de este colectivo frecuentes solicitudes para que se efectúen descastes de una especie que no está considerada como cinegética. En general, los argumentos aportados para estas peticiones adolecen del más mínimo fundamento científico. Como cualquier otro depredador, el cormorán grande no esquilma las poblaciones de sus presas sino que tiene un efecto positivo, saneador, sobre las mismas. Si en determinadas zonas hay “muchos” cormoranes es precisamente porque hay muchos peces. No hay motivo real para la preocupación.
El principal problema para la fauna piscícola de nuestros ríos no lo constituyen los depredadores autóctonos: cormoranes, garzas, martines pescadores, nutrias… El enorme y dantesco drama de nuestros ríos procede de la introducción y extensión masiva de especies exóticas, alóctonas, con fines exclusivamente recreativos que ha conducido en una gran parte de nuestras masas acuáticas a la desaparición -por competencia y depredación- de la casi totalidad de nuestras especies autóctonas, práticamente todas ellas valiosísimos endemismos hoy día incluidos en la lista roja de especies amenazadas pero que por lo visto no tienen interés para los “deportistas”.
Bermejuela (Achondrostoma arcasii)
Todo ello de la mano de actitudes irresponsables que destruyen, por mezquindad e ignorancia, lo que es un patrimonio de toda la ciudadanía. Lo cierto es que en nuestros ríos y embalses no hay escasez de pesca, de hecho hay una enorme biomasa de carpas, alburnos, percas americanas, percasoles, lucios, luciopercas, gambusias…todos ellos especies alóctonas. que no deberían de estar ahí. En cambio, en muchos de ellos ya no queda ni rastro de los autóctonos escallos, bogas, bermejuelas y gobios, y los barbos son cada vez más escasos.
El problema no es, por tanto, el cormorán. Al contrario: al depredar sobre las especies de peces exóticos ayuda al control de sus poblaciones. No quiero ni imaginar cómo serían las dimensiones del desastre que ya sufren nuestros ríos si encima no pudieran disfrutar de la benéfica acción de éste y otros magníficos pescadores de nuestra fauna autóctona.