
Como tantas otras especies características de los agrosistemas tradicionales, el escribano triguero (Emberiza calandra) ha visto mermar sus poblaciones de modo dramático. Por poner un ejemplo que conozco de primera mano, en el entorno periurbano de la ciudad de Zamora, el número de ejemplares ha disminuido en cerca de un 90% en las dos últimas décadas. En el resto de la provincia, la tendencia general es también muy negativa si bien continúa siendo un pájaro bastante frecuente en la mayoría de nuestras comarcas. En las más agrícolas, las causas de su disminución están relacionadas con la intensificación de esta actividad: pérdida de baldíos y barbechos, destrucción de linderos y setos, uso masivo de herbicidas y otros pesticidas. En otras comarcas, como en Sanabria, por el contrario, el abandono generalizado del cultivo y el pastoreo ha supuesto la desaparición de su hábitat, convirtiendo al triguero en una especie francamente escasa.
Al tratarse una especie tradicionalmente muy abundante y extendida y además fácil de observar y de escuchar, este miembro de la familia de los emberícidos es un ave muy conocida por las personas que trabajan en el campo. La mayoría de los nombres populares con que es denominado en Zamora se refieren a su sonoro y estridente canto, una de las bandas sonoras de nuestras campiñas, dehesas y pastizales: chirrilliza, chirrilleira o churruliz en Aliste, chirlaera en Sayago, chirrión en Tierra de Campos o tintirrina en Tierra de Alba y Tierra del Pan, entre otros muchos.

Bastante menos frecuente resulta aquí el uso del vernáculo triguero o triguera, que puede hacer referencia tanto a uno de sus medios preferidos, los cultivos cerealistas, como a sus preferencias alimenticias. Y lo mismo ocurre con la denominación de escribidero o escribano, que comparte con otras especies del mismo género –Emberiza- y que, seguramente, se originó por el dibujo característico que adorna sus huevos y que se asemeja a los churretes de tinta que jalonaban los documentos redactados por los antiguos profesionales de la escritura.
Aquellos escribanos, los de las grandes plumas, pasaron hace tiempo a la historia. Esperemos que seamos lo suficientemente cuerdos como para evitar que estos otros, los de pluma pequeña, corran la misma suerte.