
No existen muchas especies animales que hayan desarrollado un plantel de comportamientos antidepredatorios incruentos comparable al de la culebra de collar mediterránea (Natrix astreptophora). Para empezar, el contrastado collar que lucen los juveniles de este colúbrido podría ser una simulación de ciertos insectos de sabor desagradable o simplemente venenosos. Por su parte, los adultos acorralados adoptan una posición en espiral, deprimen la cabeza para que adquiera forma triangular, bufan y lanzan ataques sobre su acosador (pero con la boca cerrada), tratando en todo momento de hacerle creer que se las ve con una víbora. Si el despliegue intimidatorio no da resultado, estas consumadas actrices cambian de registro: se hacen las muertas mostrando la boca abierta y con la lengua colgando. Y si no resulta suficientemente convincente, entonces se ponen panza arriba y se abandonan mostrando una total falta de tono muscular. Pueden seguir con la pantomima durante varios minutos y salir a escape al más mínimo descuido de su atacante.

Pero todavía más sorprendente resulta el descubrimiento de que las culebras de collar de algunas localidades del sur de Francia adoptan en las situaciones de peligro la posición característica de las cobras: su cuerpo adquiere una forma de «S», y atacan al enemigo con repetidos movimientos hacia adelante de la parte anterior del cuerpo, con la boca cerrada; la cabeza se mantiene casi perpendicular al eje del cuerpo, el cual puede oscilar lateralmente. Se cree que este mimetismo habría evolucionado cuando las culebras de collar coincidían en su área de distribución con las cobras, a finales del Mioceno, hace más de 8 millones de años. Este singular comportamiento fósil se habría mantenido por la ventaja que les puede aportar a las culebras de collar frente a aves depredadoras que invernan en el África subsahariana, donde actualmente siguen siendo habituales las cobras y por tanto son conocedoras de su peligrosidad.

La culebra de collar mediterránea vive exclusivamente en la península ibérica, las montañas del norte del Magreb y una pequeña área del sureste de Francia. Ocupa diversos hábitat forestales, generalmente en claros y bordes, medios de matorral denso y praderas, normalmente con elevado grado de humedad, y especialmente en bosques ribereños o de galería. En estos medios suelen abundar sus presas que son, sobre todo, anfibios, particularmente los anuros (sapos y ranas).

Se encuentra distribuida por todas las comarcas zamoranas pero sólo resulta relativamente común en las más noroccidentales, de mayor influencia atlántica, como Sanabria y La Carballeda. También se distribuye extensamente por otras comarcas del oeste provincial, como Aliste y Sayago pero según avanzamos hacia el este se va volviendo más rara y localizada. Así, mientras que en Sanabria es uno de los ofidios más frecuentes (en muchas localidades el más abundante) en comarcas como Tierra de Campos o Tierra del Pan resulta, por el contrario, uno de los más escasos.

Entre los factores que amenazan a esta especie podemos destacar la injustificada persecución que sigue sufriendo -fruto de prejuicios culturales que poco a poco se van desvaneciendo, por fortuna-, los atropellos en carreteras y caminos, de los que resulta víctima frecuente, y la creciente aridez causada por el cambio climático acelerado de origen antrópico.

Las fotos de esta entrada fueron obtenidas en Tábara (Zamora) en junio de 2018.