Azafrán montesino, belleza temprana

El azafrán montesino portugués (Romulea bulbocodium) es una planta de la familia de las iridáceas, herbáceas bulbosas entre las que también se cuentan especies tan conocidas como los lirios o azucenas (Iris spp, Lilium spp) o los gladiolos (Gladiolus spp). También está muy emparentado -como sugiere su nombre en castellano- con el apreciado y suculento azafrán (Crocus sativus), aunque al contrario que éste no es objeto de cultivo: de ahí su apelativo de “montesino”.

Su área de distribución es de carácter circunmediterráneo, apareciendo repartido desde Siria hasta la península ibérica. En ésta última lo encontramos más extendido por su mitad occidental, dada su preferencia por los suelos ácidos, circunstancia que da lugar a su denominación específica de “portugués”. En la provincia de Zamora lo encontramos por todas sus comarcas pero sobre todo en sus dos tercios occidentales, evitando, eso sí, las áreas montañosas de mayor altitud.

Fue el botánico Giovanni Francesco Maratti quien describió y dio nombre al género Romulea en 1772, en honor de Rómulo, el fundador legendario de Roma ya que, al parecer, observó estas plantas con frecuencia en los alrededores de la Ciudad Eterna. Por su parte, el epíteto bulbocodium viene a significar “bulbo lanoso”, por el aspecto que muestra en esta especie dicha parte subterránea de la planta, la cual, por cierto, fue objeto de consumo culinario habitual, más favorecido por su abundancia que por el tamaño -sumamente reducido- de la pieza.

De exiguo porte y mucho menos llamativa que sus parientes más populares, esta humilde flor silvestre requiere que bajemos la vista y miremos con atención delante de nuestros pies para descubrir su belleza inesperada en estas fechas plenamente invernales. Porque, efectivamente, el azafrán montesino es de floración muy precoz y en los pastizales y laderas secas y pedregosas de las tierras zamoranas podemos disfrutarla ya durante los meses de febrero y marzo, anunciándonos el final inminente del invierno.

El cernícalo vulgar: ubicuo pero amenazado.

Zamora, febrero de 2019.

El cernícalo vulgar (Falco tinnunculus) es, sin duda, el ave falconiforme más abundante y extendida en España e igualmente en el conjunto del continente europeo. Contribuyen a ello su carácter generalista en cuanto al uso de hábitat abiertos: desde la alta montaña hasta los acantilados costeros, pasando por los ámbitos urbanos de pueblos y ciudades, las hoces fluviales, los terrenos agrícolas y los bosques abiertos. También utiliza una amplia gama de sustratos de nidificación: principalmente nidos usados de córvidos, tanto en árboles como en peñas y tendidos eléctricos, y huecos y cavidades en árboles, cortados y edificaciones. Además, acoge con entusiasmo los nidales artificiales instalados para favorecer su reproducción. Por otro lado, se muestra francamente oportunista en cuanto a su dieta, incluyendo en ella una gran variedad de micromamíferos (topillos, ratones, musarañas), pequeñas aves, reptiles, anfibios e insectos. Muestra una especial preferencia por el topillo campesino (Microtus arvalis).

Sin embargo, sus poblaciones están experimentado una tendencia muy negativa en los últimos tiempos. En España, en concreto, habría disminuido un 53 % en el período de 1998 a 2018, según los resultados del programa SACRE (seguimiento de aves comunes) de SEO/BirdLife.  Esta tendencia extremadamente negativa condujo a su inclusión en la categoría de especie “En Peligro” en el recientemente publicado Libro Rojo de las Aves de España. Precisamente, esta publicación recoge como principales causas de su dramático declive las relacionadas con la intensificación agrícola, destacando los perniciosos efectos derivados del uso de biocidas, organoclorados y otros plaguicidas.

Zamora, julio de 2019.

 Mención especial merece la bromadiolona, empleada ampliamente para el control de las explosiones demográficas de topillo campesino en nuestra comunidad autónoma. En el Reino Unido, la abundancia anual de cernícalos vulgares está correlacionada negativamente con las concentraciones de este raticida  detectadas en individuos a los que se realizaron análisis toxicológicos. La bromadiolona ha sido detectada en la sangre de pollos de cernícalo en las zonas agrícolas de Castilla y León, muy probablemente tras ser alimentados por sus padres con topillos intoxicados por este biocida. Si tenemos en cuenta que diversos estudios demuestran que favorecer las poblaciones de cernícalos y otras especies especializadas en la caza de pequeños roedores resulta el sistema más eficaz para prevenir los efectos negativos de estos micromamíferos en la agricultura, se hace aún más patente el disparate que supone el uso masivo y descontrolado de rodenticidas.

Villafáfila, julio de 2019.

2018 destacó  en las áreas agrícolas de Zamora y otras provincias de Castilla y León como un año particularmente nefasto para el cernícalo vulgar y otras rapaces cazadoras de pequeños roedores, como el elanio común (Elanus caeruleus), el aguilucho pálido (Circus cyaneus), la lechuza común (Tyto alba), el búho chico (Asio otus) y el búho campestre (Asio flammeus), cuyas poblaciones reproductoras se redujeron esa temporada a mínimos históricos. Durante la temporada siguiente, en 2019, las mencionadas comarcas agrícolas se vieron afectadas por una importante explosión demográfica de topillo campesino. ¿Casualidad?

En Zamora el cernícalo vulgar se distribuye ampliamente por toda la provincia, desde las elevadas sierras sanabresas hasta las arribas y arribanzos de los ríos Duero, Esla y Tormes, pasando por los diferentes núcleos urbanos y rurales y las inacabables campiñas cerealistas. Las densidades más elevadas se encuentran actualmente en Tierra del Pan, Campos, Benavente, Los Valles, Tábara y La Guareña.  En los últimos siete años sus densidades se han mantenido aquí relativamente estables aunque  hay que resaltar el desplome de 2018 (con densidades registradas cinco veces inferiores a la media del resto de la serie), si bien en las temporadas posteriores se ha constatado la recuperación de los parámetros anteriores.

Zamora, marzo de 2017.

En las diferentes comarcas que componen la provincia se recogen una notable variedad de denominaciones populares para esta falcónida, muy conocida entre sus habitantes por frecuentar los núcleos de población y sus entornos inmediatos.  Entre los nombres vernáculos que se le otorgan mencionamos en primer lugar los que hacen referencia a la técnica de caza más característica de esta especie, conocida como cernido, que consiste en un vuelo estacionario durante el que permanece casi inmóvil, entre 10 y 20 m de altura, esperando avistar alguna presa para lanzarse en picado hacia ella o descender lentamente en vertical sobre la misma. A este grupo de vernáculos pertenecen cernidera (La Carballeda, Los Valles), cerremícalo (Sayago y Tierra del Pan), tecedor o tejedor (Sanabria: el movimiento de alas del cernido recuerda al de los brazos del tejedor en el telar) y tentetieso o tentepino (Sayago: referido a su posición estática en el aire durante el cernido).

Asimismo, aparecen denominaciones que hacen referencia a sus preferencias tróficas, como ratonero (Sayago) o grillero (Toro). Pero el grupo más abundante de vernáculos son los que, de modo genérico, comparte con otras rapaces diurnas de pequeñas o medianas dimensiones, tales como gavilucho aguilucho (en gran parte de la provincia), gavilán (Aliste, Tierra de Alba y Sayago), azor chiquito (Aliste) o alcotán (Campos).  Finalmente, en las comarcas más septentrionales (Sanabria, Carballeda, Los Valles) encontramos talinaantanina o antanino como nombre tradicional para ésta y otras rapaces pequeñas.

Zamora, julio de 2020.

La mariposa C-blanca: perfección en el mimetismo

Zamora capital, 5 de marzo de 2020.

En el diseño y la coloración de las alas de las mariposas diurnas encontramos reflejadas diversas estrategias para evitar y burlar a sus más temidos depredadores: las aves insectívoras.  Una de las más frecuentes es el mimetismo, es decir, la capacidad de una especie de asemejarse a otros organismos con los que no guarda relación o a su propio entorno para obtener alguna ventaja funcional. Y en este arte  de aparentar lo que no se es, la mariposa C-blanca (Polygonia c-album) resulta una verdadera maestra, un prodigio de la evolución.

Zamora capital, 21 de marzo de 2019.

Cuando cierra las alas y nos muestra sus partes inferiores, los tonos y dibujos nos parecen los de una hoja seca, ilusión que también han desarrollado, por cierto, otros miembros de la tribu de los ninfalinos. Pero nuestra protagonista  ha ido un paso más allá,  perfeccionando la impostura: los bordes de sus alas muestran un contorno intencionadamente irregular, como “mordido”, imitando de este modo no solo el color sino también la forma de la hoja marchita en la que pretende convertirse.

Rosinos de la Requejada (Zamora), 24 de mayo de 2021.

¿Es posible mayor virtuosismo en la fabricación del engaño? Pues parece que nuestra protagonista todavía le ha dado otra vuelta de tuerca. El nombre de “C blanca” tiene su origen en una pequeña mancha blanca que recuerda vivamente en su forma al trazo de esa consonante (para los anglosajones, en cambio, es una coma). La mácula, ubicada en la zona discal de la parte inferior de las alas posteriores, se habría desarrollado con la  función de imitar la forma y el color de un hongo descomponedor de hojas secas. Sin duda, la evolución no ahorra en detalles para sustentar la impostura.

Bosque de Valorio (Zamora), 10 de agosto de 2018.

 Por lo general, este fascinante lepidóptero se halla ligado a espacios forestales con cierta humedad, especialmente los bosques serranos y los de ribera. También aparece en parques y jardines de ciudades y pueblos que reproducen a menor escala ambientes similares a los de los sotos riparios.

Cabañas de Sayago (Zamora), 7 de julio de 2018.

Condición necesaria para su reproducción supone la presencia de las plantas nutricias de sus orugas, entre las que destacan las ortigas (Urtica spp), si bien consumen además las hojas de otras especies como olmos (Ulmus spp), sauces (Salix spp) o lúpulo (Humulus lupulus).

Santa Colomba de Sanabria (Zamora), 12 de agosto de 2014.

La C-blanca tiene una distribución geográfica muy amplia que abarca la práctica totalidad de la región Paleártica: el extremo noroeste de África, casi toda Europa y la zona templada de Asia hasta Japón. En la península ibérica se encuentra muy extendida pero con mayor abundancia en su mitad septentrional.

Distribución de Polygonia c-album en el Atlas de las Mariposas Diurnas de Zamora (2014-2019). NaturZamora-AZCN.

En la provincia de Zamora también se halla bastante difundida aunque falta o escasea en amplias áreas del sur y el este donde no encuentra las condiciones apropiadas para su supervivencia. Igualmente evita las áreas desprovistas de arbolado de las cotas más elevadas de las montañas.

Los machos de Polygonia c-album vigilan sus territorios y acechan a las hembras desde posaderos habituales. El de la fotografía confundió mi hombro izquierdo con uno de sus apostaderos lo que me permitió obtener esta curiosa imagen. Bosque de Valorio (Zamora), 5 de agosto de 2016.

Aunque nunca es abundante, resulta una especie bastante frecuente en su hábitat y podemos disfrutar con su observación en numerosas localidades. En la ciudad de Zamora la encontramos fácilmente en el bosque de Valorio y las riberas del Duero además de en algunos parques y jardines como los del entorno del castillo y la catedral.

Zamora capital, 21 de marzo de 2019.

Su período de vuelo resulta bastante prolongado. En el caso de la provincia de Zamora puede iniciarse a mediados de febrero y extenderse hasta bien entrado el de octubre. A lo largo de este período se suceden dos generaciones: una primaveral y otra estival. Los miembros de la segunda protagonizan la  hibernación, ocultos entre la vegetación, en huecos de árboles, en cuevas o en grietas de muros y viejas viviendas. En los días despejados y apacibles de invierno pueden abandonar temporalmente sus refugios para solearse y sorprendernos con la magia de su vuelo extemporáneo.

Zamora capital, 5 de marzo de 2020.

Dos años de Zamora BioDiversa en La Opinión de Zamora

Hace dos años comencé a colaborar semanalmente con el diario local La Opinión de Zamora. Se trata de una sección titulada también «Zamora BioDiversa», incluida dentro del suplemento dominical LO+NATURAL.

Son ya 84 las colaboraciones publicadas hasta ahora. Sin duda, una excelente oportunidad para dar a conocer a más personas la maravillosa diversidad biológica de nuestro entorno más inmediato, la cultura popular asociada a ella y la necesidad de conservar ambas.

De zorras, raposas y golpellas

La percepción que tenemos actualmente en nuestra sociedad sobre el más pequeño de los cánidos salvajes ibéricos viene, en gran medida, heredada de la cultura popular campesina. No cabe duda de su papel principal en el folclore y la literatura europeos -desde las fábulas de Esopo al Roman de Renart- donde se le otorga una imagen ambivalente. De un lado, reprobado como ladrón de aves de corral y saqueador de la caza menor. De otro, admirado por su inteligencia y audacia proverbiales.  Algunos historiadores han llegado a afirmar que en los cuentos populares  el personaje del zorro encarna las estrategias de supervivencia preferidas por los campesinos europeos para resistirse a la opresión del Estado, la Iglesia y la aristocracia.  Precisamente,  en las narraciones orales del NO ibérico la sagaz  raposa tiene su contrapunto en el personaje del lobo codicioso, un tanto tontorrón y no poco fanfarrón que acaba siendo víctima de las maquinaciones y engaños de aquélla y que vendría a representar al noble o eclesiástico idealmente burlado y escarnecido por la astucia campesina.

No es de extrañar que la cultura de los dominadores acabara promoviendo su consideración como especie maldita y demoníaca cuya sola mención constituía mal augurio. Se evitaba pronunciar su nombre, sustituyéndolo por denominaciones eufemísticas que, con el tiempo, terminaron desplazando a la original. Derivadas del latín vulpecula (diminutivo de vulpes) aparecen primordialmente golpeya golpella en leonés y en gallego y golpeja vulpeja en castellano.

No perviven ya en nuestras hablas pero es fácil rastrear su recuerdo en topónimos zamoranos como Golpejones en Castroverde de Campos o Sierra de Golpellos en San Martín de Castañeda.  Estas formas fueron dominantes durante siglos en las lenguas habladas en el occidente ibérico  hasta que comenzaron a ser sustituidas por raposa o raposo (del latín rapere, “arrebatar”), zoónimo aún vivo entre nosotros, y más modernamente por zorro o zorra. Parece ser que ya antes de aplicarse al  cánido tenía zorra el  significado de “prostituta” o “adúltera” al tiempo que zorro equivalía a “bastardo”.

Hoy en día el zorro sigue sufriendo una dura persecución, justificada básicamente en el hecho de contar entre sus presas a ciertas especies de aves y mamíferos consideradas como cinegéticas.  Es evidente que en gran medida su figura cumple aquí una función de chivo expiatorio, haciéndole culpable de la decadencia de las poblaciones de perdices y liebres, cuando su merma está mucho más relacionada con el alarmante deterioro de los hábitat agrícolas.  En cambio, cada vez resulta más conocido -y reconocido- su papel fundamental en nuestro medio natural como controlador de las poblaciones de ratones, topillos y conejos o como dispersante destacado de diversas especies de plantas silvestres. Al mismo tiempo, su imagen es cada vez más valorada como un símbolo reconocible de la belleza irrenunciable que atesora la vida salvaje.