
El azafrán montesino portugués (Romulea bulbocodium) es una planta de la familia de las iridáceas, herbáceas bulbosas entre las que también se cuentan especies tan conocidas como los lirios o azucenas (Iris spp, Lilium spp) o los gladiolos (Gladiolus spp). También está muy emparentado -como sugiere su nombre en castellano- con el apreciado y suculento azafrán (Crocus sativus), aunque al contrario que éste no es objeto de cultivo: de ahí su apelativo de “montesino”.
Su área de distribución es de carácter circunmediterráneo, apareciendo repartido desde Siria hasta la península ibérica. En ésta última lo encontramos más extendido por su mitad occidental, dada su preferencia por los suelos ácidos, circunstancia que da lugar a su denominación específica de “portugués”. En la provincia de Zamora lo encontramos por todas sus comarcas pero sobre todo en sus dos tercios occidentales, evitando, eso sí, las áreas montañosas de mayor altitud.

Fue el botánico Giovanni Francesco Maratti quien describió y dio nombre al género Romulea en 1772, en honor de Rómulo, el fundador legendario de Roma ya que, al parecer, observó estas plantas con frecuencia en los alrededores de la Ciudad Eterna. Por su parte, el epíteto bulbocodium viene a significar “bulbo lanoso”, por el aspecto que muestra en esta especie dicha parte subterránea de la planta, la cual, por cierto, fue objeto de consumo culinario habitual, más favorecido por su abundancia que por el tamaño -sumamente reducido- de la pieza.
De exiguo porte y mucho menos llamativa que sus parientes más populares, esta humilde flor silvestre requiere que bajemos la vista y miremos con atención delante de nuestros pies para descubrir su belleza inesperada en estas fechas plenamente invernales. Porque, efectivamente, el azafrán montesino es de floración muy precoz y en los pastizales y laderas secas y pedregosas de las tierras zamoranas podemos disfrutarla ya durante los meses de febrero y marzo, anunciándonos el final inminente del invierno.
