El insecto trovador

Si aguzamos la vista y la curiosidad, resulta muy probable que durante los meses de mayo a septiembre descubramos entre las flores y tallos de la cañafleja (Thapsia villosa), el hinojo o fenoyo (Foeniculum vulgare) u otras plantas de la familia de las apiáceas, a un llamativo insecto de apenas un centímetro de longitud, con cuerpo aplanado en forma de escudo y vestido a la usanza con la que algunos pintan a los trovadores medievales: traje rojo intenso surcado de gruesas líneas negras. Se trata de la chinche rayada, también conocida como insecto trovador (Graphosoma italicum). Su vistosa coloración reviste un indudable carácter aposemático (del griego apo “lejos o aparte” y sema “señal”), es decir que su finalidad consiste en alejar a sus potenciales depredadores, recordándoles el poco agradable sabor que caracteriza a estos insectos. De hecho, al igual que muchos otros miembros de su familia (los pentatómidos), disponen a los costados del tórax de unas glándulas que exudan un líquido de olor repulsivo al sujetarlos. Por este motivo se conocen también como chinches hediondas.

Las chinches rayadas se distribuyen ampliamente por el continente europeo y la península ibérica pero en general prefieren las regiones más cálidas y soleadas, buscando las áreas abiertas y orientadas hacia el sur. Su hábitat principal lo constituyen las praderas, baldíos y taludes donde abundan sus plantas preferidas que son, principalmente, las apiáceas o umbelíferas, de cuyas fluidos o secreciones se alimentan. En Zamora se trata de una especie ampliamente extendida que podemos observar por la mayor parte de la provincia.

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