La percepción que tenemos actualmente en nuestra sociedad sobre el más pequeño de los cánidos salvajes ibéricos viene, en gran medida, heredada de la cultura popular campesina. No cabe duda de su papel principal en el folclore y la literatura europeos -desde las fábulas de Esopo al Roman de Renart- donde se le otorga una imagen ambivalente. De un lado, reprobado como ladrón de aves de corral y saqueador de la caza menor. De otro, admirado por su inteligencia y audacia proverbiales. Algunos historiadores han llegado a afirmar que en los cuentos populares el personaje del zorro encarna las estrategias de supervivencia preferidas por los campesinos europeos para resistirse a la opresión del Estado, la Iglesia y la aristocracia. Precisamente, en las narraciones orales del NO ibérico la sagaz raposa tiene su contrapunto en el personaje del lobo codicioso, un tanto tontorrón y no poco fanfarrón que acaba siendo víctima de las maquinaciones y engaños de aquélla y que vendría a representar al noble o eclesiástico idealmente burlado y escarnecido por la astucia campesina.
No es de extrañar que la cultura de los dominadores acabara promoviendo su consideración como especie maldita y demoníaca cuya sola mención constituía mal augurio. Se evitaba pronunciar su nombre, sustituyéndolo por denominaciones eufemísticas que, con el tiempo, terminaron desplazando a la original. Derivadas del latín vulpecula (diminutivo de vulpes) aparecen primordialmente golpeya o golpella en leonés y en gallego y golpeja o vulpeja en castellano.
No perviven ya en nuestras hablas pero es fácil rastrear su recuerdo en topónimos zamoranos como Golpejones en Castroverde de Campos o Sierra de Golpellos en San Martín de Castañeda. Estas formas fueron dominantes durante siglos en las lenguas habladas en el occidente ibérico hasta que comenzaron a ser sustituidas por raposa o raposo (del latín rapere, “arrebatar”), zoónimo aún vivo entre nosotros, y más modernamente por zorro o zorra. Parece ser que ya antes de aplicarse al cánido tenía zorra el significado de “prostituta” o “adúltera” al tiempo que zorro equivalía a “bastardo”.
Hoy en día el zorro sigue sufriendo una dura persecución, justificada básicamente en el hecho de contar entre sus presas a ciertas especies de aves y mamíferos consideradas como cinegéticas. Es evidente que en gran medida su figura cumple aquí una función de chivo expiatorio, haciéndole culpable de la decadencia de las poblaciones de perdices y liebres, cuando su merma está mucho más relacionada con el alarmante deterioro de los hábitat agrícolas. En cambio, cada vez resulta más conocido -y reconocido- su papel fundamental en nuestro medio natural como controlador de las poblaciones de ratones, topillos y conejos o como dispersante destacado de diversas especies de plantas silvestres. Al mismo tiempo, su imagen es cada vez más valorada como un símbolo reconocible de la belleza irrenunciable que atesora la vida salvaje.
Topillo campesino (Microtus arvalis). Bosque de Valorio (Zamora), julio de 2021.
El topillo campesino (Microtus arvalis) vive en la Península Ibérica, Europa central y Asia hasta el centro de Siberia. En España lo podemos encontrar principalmente en Pirineos, Cordillera Cantábrica, Sistema Central y Sistema Ibérico pero desde hace medio siglo comenzó a expandirse por la submeseta septentrional. Partiendo de las sierras que rodean la Cuenca del Duero y penetrando a través de las vegas fluviales, llegó a ocupar las tierras llanas de Castilla y León casi por completo en el transcurso de unos 20 años. Los cambios en el uso y estructura del medio agrícola, tales como la expansión de los regadíos o la simplificación del medio producto de las concentraciones parcelarias (que provocó la disminución de sus depredadores), parecen haber espoleado su expansión. Hay que recalcar que esta expansión fue un fenómeno natural, no inducido y que, desde luego, las historias sobre sueltas o introducciones de este roedor en el medio natural forman parte más bien de la imaginación y el folclore populares.
Pollos de cernícalo vulgar (Falco tinnunculus) en la reserva natural «Lagunas de Villafáfila» (Zamora), julio de 2019. El exitoso programa de instalación de nidales en este espacio natural protegido es fruto de la colaboración entre la organización GREFA (Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat) y la Junta de Castilla y León.
Tal como ocurre en la mayor parte de su área de distribución, cada pocos años las poblaciones ibéricas de topillo campesino experimentan explosiones demográficas en las que las máximas abundancias se alcanzan en verano-otoño (agosto-octubre), con una subsiguiente disminución pronunciada durante el invierno. Algunas de las medidas que se adoptan para disminuir su impacto en los cultivos suponen un grave peligro para muchas otras especies con las que comparte hábitat, especialmente el uso indiscriminado de rodenticidas anticoagulantes. Por ello, y por su mayor eficacia, resulta mucho más recomendable el control biológico, favoreciendo a sus depredadores naturales, por ejemplo mamíferos carnívoros como la comadreja (Mustela nivalis) y el zorro (Vulpes vulpes) y aves rapaces como el cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), la lechuza común (Tyto alba) y el mochuelo europeo (Athene noctua). Estas últimas responden muy bien a la colocación de nidales artificiales específicos que favorecen su presencia en muchas áreas agrícolas carentes de sustratos apropiados para su nidificación, como arbolado, edificaciones o roquedos.
Búho campestre (Asio flammeus). Cerecinos de Campos (Zamora), enero de 2020.
Lo cierto es que este pariente de los conocidos hamster cuenta con infinidad de depredadores. En el verdadero ejército de vertebrados que se ceban con él, encontramos desde oportunistas que sólo lo capturan de forma ocasional hasta verdaderos especialistas. Entre estos últimos destacan el elanio común (Elanus caeruleus) y el búho campestre (Asio flammeus), aves que expandieron su área de nidificación en las últimas décadas, colonizando las tierras zamoranas a la par que el propio topillo campesino. Otras rapaces frecuentes en nuestra provincia y cuya dieta se basa en gran medida en este roedor cricétido son el aguilucho pálido (Circus cyaneus) y el búho chico (Asio otus). Incluso una pequeña ave paseriforme como es el alcaudón real (Lanius meridionalis) los tiene como presas habituales. Y entre los ofidios, la gran cazadora de topillos y otros pequeños roedores es, sin duda, la culebra de escalera (Zamenis scalaris), también ampliamente distribuida en las comarcas zamoranas.
Culebra de escalera (Zamenis scalaris). Zamora, junio de 2016.
Según el diccionario de la RAE, el nombre de la jineta (Genetta genetta) podría proceder del término occitano geneta, aparentamente un diminutivo de jana ‘hada’. Jana, a su vez, parece tener el mismo origen que el asturleonés xana (las xanas son genios femeninos de la mitología popular asociados a fuentes, ríos y bosques). En ambos casos nos encontraríamos con derivados del nombre de la diosa latina Diana, originalmente relacionada con la caza, los animales salvajes y los bosques y más tarde asociada al culto lunar. Esta etimología no le cuadra nada mal a nuestra protagonista, misteriosa cazadora nocturna que habita con preferencia en los sotos y montes de vegetación espesa.
También hay quien considera que el zoónimo jineta estaría relacionado con el árabe zenete ‘jinete’ y que su origen estaría, supuestamente, en el uso de sus pieles como adorno de las sillas de montar por los árabes. Se suele asociar a éstos y a los bereberes la introducción de este mamífero en Europa en los siglos medievales, trayéndolo del norte de África como mascota o, más probablemente, para que mantuviera a raya los ratones y otros roedores en sus viviendas y graneros. Aunque no cabe duda sobre la afición de estos pueblos por nuestra bella cazadora de piel manchada, cada vez hay más evidencias de que su llegada al suelo ibérico es, sin embargo, muy anterior: se han encontrado restos asignables a esta especie en un yacimiento prehistórico de Granada de hace más de 3.200 años, en plena Edad del Bronce.
A parte de en Europa, continente donde ocupa la península ibérica y gran parte de Francia, habita gran parte de África, evitando las grandes extensiones de desiertos y las selvas tropicales, y también se encuentra en algunas áreas de la península arábiga.
Bosques mediterráneos y sotos son sus medios preferidos
Debido a sus costumbres estrictamente nocturnas resulta bastante difícil observar a una jineta viva en su medio y esto puede causar frecuentemente la falsa impresión de que se trata de una especie escasa. Por el contrario, en la actualidad es uno de los miembros del orden de los carnívoros más abundantes en las áreas forestales de la península ibérica, particularmente en los bosques y matorrales de tipo mediterráneo y en los sotos de las riberas. Se rarifica, eso sí, en áreas que por su mayor altitud y continentalidad registran temperaturas demasiado bajas -delatando así su origen africano- y en las áreas muy deforestadas y cultivadas, donde escasea su hábitat predilecto.
Distribución de la jineta en Zamora (NaturZamora-ACZN). Probablemente la mayoría de las cuadrículas sin presencia confirmada lo son por falta de prospección.
Siguiendo estos mismos patrones (preferencia por las zonas menos frías y con mayor cobertura forestal), en la provincia de Zamora es más abundante en comarcas como Sayago, Aliste, Alba y Tábara y también en Los Valles, Toro y Tierra del Vino. En cambio, se rarifica en Sanabria y en la Carballeda, donde resulta muy rara por encima de los 1000 m de altitud y en las amplias extensiones cultivadas de Tierra del Pan y Tierra de Campos, donde se refugia en los escasos bosques isla y en sotos dispersos. Puede aparecer en el entorno de pueblos y ciudades: por ejemplo, se encuentra presente en las riberas e islas del río Duero a su paso por la capital.
En nuestras comarcas recibe diversos nombres vernáculos. Uno de los más extendidos es el de gato algario, denominación que a veces comparte con el gato montés (Felis silvestris). Otro nombre que se le da a veces es el de garduño, lo que puede conducir a confusión con otra preciosa y escurridiza cazadora nocturna de la familia de los mustélidos: la garduña (Martes foina).
Letrina de jineta cuyo uso regular hemos comprobado a lo largo de los últimos 20 años. Se puede observar la gran cantidad de huesos sin digerir acumulados, en su mayoría de ratón de campo.
Sin duda, los indicios que más claramente delatan la presencia de la jineta son sus conspicuas y características letrinas o cagarruteros. Estas grandes acumulaciones de deyecciones se suelen situar en lugares elevados como peñas, árboles, tejados o paredes de piedra. Incluso, he observado un par de veces su ubicación en coches abandonados en mitad del monte. Una misma letrina puede ser utilizada por diferentes jinetas, tanto jóvenes como adultas.
Las letrinas tienen una función comunicativa muy importante para las jinetas ya que son usadas por varios individuos que depositan sus heces impregnadas por el olor producido por las secreciones de las glándulas anales, permitiendo el reconocimiento de cada uno de ellos. La frecuencia de uso de las letrinas es distinta dependiendo de la época del año y del sexo, principalmente debido a la reproducción y al status social.
La jineta es principalmente una consumidora de micromamíferos, con especial preferencia por el ratón de campo, aunque su dieta está caracterizada por su flexibilidad y oportunismo, incluyendo una elevada variedad de alimentos. Entre éstos se pueden destacar las aves, liebres y conejos de pequeño tamaño, anfibios, reptiles, insectos y otros artrópodos, caracoles, huevos, peces y cangrejos de río y frutos como moras, uvas o higos. También se la ha podido detectar cazando ardillas y murciélagos en cuevas, así como depredando sobre nidos de rapaces como azor, busardo ratonero y águila calzada.
La mayoría de hembras solo tienen una camada al año, normalmente en la primavera, aunque la fenología reproductiva es variable y hay jinetas que paren sistemáticamente en otoño. El número de crías por camada varía entre una y cuatro, siendo generalmente de dos o tres. Los cachorros de jineta realizan las primeras salidas del cubil sobre los 45-50 días de edad y a partir del cuarto-quinto mes pueden comenzar su período de dispersión, abandonado el territorio materno.
Debido a su tamaño, algo menor que el de un gato doméstico, son vulnerables a la depredación por parte de carnívoros mayores como linces, zorros, lobos o perros cimarrones y rapaces como el búho real, el águila real o el azor. Ha sido cazada tradicionalmente por su piel y también por considerarla una “alimaña” nociva. En la actualidad esta persecución no ha desaparecido pero es mucho menos intensa que en el pasado, lo cual ha favorecido notablemente la recuperación de la especie, que no está considerada como amenazada. A pesar de todo, la caza furtiva, el llamado «control» de depredadores y los atropellos pueden tener en muchas áreas un impacto importante sobre sus poblaciones.
El meloncillo, también conocido como mangosta común o egipcia (Herpestes ichneumon), es el único miembro europeo de la familia de los herpéstidos. Originario del continente africano, parece ser que cruzó el estrecho de Gibraltar a finales del Pleistoceno, lo que descarta la hipótesis tradicional de que habría sido introducido por el hombre en tiempos históricos. Durante la mayor parte del siglo XX permaneció recluido en el cuadrante suroccidental de la península pero en las últimas décadas se está expandiendo hacia el norte, recuperando amplios territorios de su antigua área de distribución.
En Zamora, las citas más antiguas de este pequeño carnívoro datan de hace un cuarto de siglo pero no ha sido hasta el último lustro que ha comenzando a asentarse de modo estable, al menos en algunas partes de la provincia. Este ejemplar fue fotografiado en la comarca de Tierra del Pan, a pocos kilómetros de la capital, la pasada primavera.
Se estima que cada año mueren atropellados unos 30 millones de vertebrados, solamente en España. Uno de los mamíferos más vulnerables a esta causa de muerte no natural es este pequeño carnívoro de la familia de los mustélidos: el turón europeo (Mustela putorius). Estos dos ejemplares -probablemente miembros del mismo grupo familiar- murieron por esta causa la madrugada del pasado 26 de julio muy cerca del km 3 de la carretera provincial ZA-610, entre la ciudad de Zamora y la localidad de Moraleja del Vino. Se trata de un verdadero punto negro donde ya hemos encontrado muertos por atropello otros pequeños mamíferos. El sellado de una antigua acequia que pasaba por debajo de la carretera, en el transcurso de unas recientes obras realizadas en la misma, fuerza ahora a los animales a cruzar por el asfalto, exponiéndose al peligro del tráfico rodado. Si queremos frenar este verdadero exterminio de nuestra fauna, es preciso que nuestras vías se doten de más y mejores pasos para la fauna, que se conserven los pasos naturales previamente existentes y que se realicen campañas eficaces de sensibilización sobre la necesidad de moderar la velocidad y ser precavidos en la conducción.
Pocas especies se pueden considerar tan representativas de la fauna ibérica como el conejo común o europeo (Oryctolagus cuniculus). Esta circunstancia ya fue percibida por los antiguos romanos que interpretaron que el término fenicio Ispanim –que ellos adaptaron como Hispania- significaba “tierra de conejos” (o más exactamente “ de damanes”, mamíferos de tamaño similar al conejo y que para los fenicios resultaba más familiar que los conejos). Incluso, el poeta latino Catulo se refiere a Hispania como cuniculosa (“conejera”). Actualmente, hay teorías bien fundadas que ponen en duda que nuestro lagomorfo esté verdaderamente en el origen del topónimo, pero esta interpretación de los romanos no deja de ser indicativa de que para ellos la presencia abundante de estos animales era un rasgo marcadamente característico de las tierras del extremo occidente.
Áureo de Adriano (siglo II d.C.) en el que aparece representada una alegoría de Hispania, con un ramo de olivo en la mano y un conejo a sus pies.
Aunque su distribución original engloba exclusivamente la península ibérica, partes de Francia y el Magreb, desde tiempos antiguos ha sido introducido en una gran cantidad de territorios, incluyendo gran parte de Europa continental, las islas británicas, las islas atlánticas (archipiélagos de las Azores y Canarias), Australia, Nueva Zelanda y partes de América del Sur y norte de África. Además, ha sido llevado a más de 800 islas por todo el planeta.
Está incluido en la Lista de las 100 especies exóticas invasoras más dañinas del mundo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Y, aunque pueda parecer contradictorio, la propia UICN lo considera en la categoría de especie En peligro en su Lista Roja de Especies Amenazadas, porque sus poblaciones han sufrido un notable declive en los últimos años dentro de su área original de distribución, debido a enfermedades, pérdida de hábitat y mortalidad inducida por el hombre. Esta condición paradójica la vemos reflejada a escala local en las diversas situaciones que observamos en las comarcas zamoranas. Mientras que en algunas, desde hace décadas, se ha vuelto raro hasta casi desaparecer, ocasionando una grave pérdida para el ecosistema, en otras su actual abundancia llega a ocasionar daños de cierta importancia en los cultivos agrícolas.
Águila imperial ibérica (Aquila adalberti). La Guareña (Zamora), junio de 2018.
Sobre su importancia fundamental e indiscutible en los ecosistemas ibéricos, basta con mencionar que forma parte de la dieta de varias decenas de especies de depredadores, en muchos casos como presa básica insustituible, destacando especialmente los ejemplos de endemismos amenazados como el lince ibérico (Lynx pardina) o el águila imperial ibérica (Aquila adalberti). Pero, además, en los últimos tiempos, diversos estudios han puesto de relieve el papel del conejo como verdadero ingeniero de ecosistemas, papel que ejerce a través de diversos mecanismos, como su capacidad excavadora (se ha identificado el uso de sus madrigueras por parte de más de 15 especies diferentes de vertebrados), la deposición de excrementos en letrinas y otros efectos indirectos derivados de su herbivoría.
Siguen apareciendo nuestras colaboraciones semanales en el suplemento LO+NATURAL del diario La Opinión de Zamora. En la edición del próximo domingo podréis leer otra de las entradas de Zamora BioDiversa.
El Visón americano (Neovison vison) es la especie exótica invasora que afecta a mayor número de especies amenazadas, hasta un total de 47 en toda Europa. Originario del norte del continente americano, su presencia en España se debe principalmente a escapes y – en menor medida- a sueltas intencionadas de las granjas donde se cría por su piel. Principalmente ligado a los medios acuáticos, hoy en día se le puede encontrar en los ríos y arroyos de toda la provincia de Zamora, donde constituye una grave amenaza para una gran variedad de vertebrados que se ven obligados a compartir su hábitat con un activo depredador con el cual no han evolucionado y frente al que tienen escasas posibilidades de defenderse.
Pequeños mamíferos endémicos como el Desmán ibérico (Galemys pyrenaicus) o la Rata de agua meridional (Arvicola sapidus) se han enrarecido enormemente y se encuentran al borde de la extinción en buena medida por este motivo. El Visón americano también causa verdaderos estragos en las poblaciones de aves acuáticas como la Gallineta común (Gallinula chloropus), la Focha común (Fulica atra), el Somormujo lavanco (Podiceps cristatus), el Zampullín chico (Tachybaptus ruficollis), la Garza imperial (Ardea purpurea) y el Avetorillo común (Ixobrychus minutus). Además de desplazar y potencialmente transmitir diversas patologías a otros mustélidos como el Visón europeo (Mustela lutreola), uno de los mamíferos más amenazados de extinción de nuestro continente, o el cada vez más escaso Turón europeo (Mustela putorius).
Murciélago rabudo (Tadarida teniotis). Zamora capital, junio de 2015.
Entre los animales que en nuestra cultura sufren una percepción más negativa, probablemente los murciélagos sean de los que más les está costando librarse de los diversos sambenitos con que vienen cargando desde tiempos remotos. Para colmo, su supuesta relación con el origen de la pandemia que tanto nos preocupa, ha provocado un rebrote de la quiropterofobia en buena parte del planeta. Parece que olvidamos que la COVID-19 es una enfermedad humana y que, por tanto, es el propio ser humano el responsable de su trasmisión alrededor del mundo, no los murciélagos u otros animales silvestres.
Los murciélagos no son una especie sino un conjunto extremadamente numeroso de ellas que se agrupan en el orden taxonómico de los quirópteros. Las diferentes especies de murciélagos resultan tan distintas y distantes -evolutivamente hablando- entre sí, como lo pueden ser un zorro, un oso, un lince y una comadreja. Los quirópteros constituyen el 20% del total de los mamíferos: es decir, que de cada cinco especies de mamíferos, una es un murciélago.
Este dato nos va a aproximar a una idea que no debemos olvidar: los murciélagos juegan una papel fundamental en el funcionamiento de nuestros ecosistemas. La dieta insectívora de la mayoría de las especies (la totalidad en el caso de las europeas) los convierte en actores principales del control biológico de plagas. En el caso de numerosos taxones tropicales que se alimentan de frutos o de polen se sabe que son responsables de buena parte de la regeneración de los bosques en áreas alteradas, debido a su crucial papel como polinizadores y dispersores de semillas.
Lo cierto es que los murciélagos son un grupo particularmente sensible a la alteración del hábitat y sus poblaciones están declinando de un modo verdaderamente alarmante. Esto se debe, fundamentalmente, a la acción del hombre y los factores de amenaza más relevantes, según la Sociedad Española para el Estudio y Conservación de los Murciélagos (SECEMU) son los siguientes:
– La alteración de hábitats naturales, que en muchos lugares han sido sustituidos por cultivos intensivos o por explotaciones forestales monoespecíficas y homogéneas.
– Las molestias y actos vandálicos en refugios, especialmente en las épocas de cría y de hibernación. Estas actuaciones pueden acabar con colonias numerosas o con sus refugios.
– La pérdida de refugios por restauración de edificios, realización de obras en cuevas o tala de árboles con huecos.
– La muerte de individuos por intoxicación debida a pesticidas, especialmente si estos tratamientos se realizan donde crían o hibernan colonias.
– La muerte de ejemplares por accidentes en parques eólicos, carreteras y otras infraestructuras humanas.
Como en tantos otros casos, el declive de los murciélagos supone una dramática advertencia de que hay muchas cosas que estamos haciendo rematadamente mal con nuestro entorno y cuyos efectos, tarde o temprano, los vamos a sufrir en nuestras propias carnes.
Murciélagos ratoneros pardos (Myotis emarginatus). Parque natural «Arribes del Duero», Fermoselle (Zamora). Mayo de 2014.