La bermejuela (Achondrostoma arcasii): ¿camino de la extinción?

Arroyo Valderrey (Zamora). Mayo de 2014.

 Este pequeño ciprínido, más conocido como sarda en tierras zamoranas, endémico de la mitad septentrional de la Península Ibérica, aparece recogido en la Lista Roja de la IUCN en la categoría de “Vulnerable”. Esto supone que, en teoría, su conservación debería de ser tan prioritaria como la del águila imperial ibérica y mayor que la del oso pardo o el lobo.  Antaño abundantísima y casi omnipresente, resulta cada vez más rara en nuestras masas acuáticas, principalmente por la implacable depredación y desigual competencia que sufre por parte de una multitud de especies alóctonas que están siendo irresponsablemente introducidas en su hábitat. Su caso, actualmente, no es único entre nuestros peces autóctonos sino que desgraciadamente constituye la norma: la boga del Duero (Pseudochondrostoma duriense), el bordallo o escallo (Squalius carolitertii), la lamprehuela (Cobitis calderoni), la colmilleja (Cobitis paludica) y el calandino (Squalius alburnoides) se hallan en una situación igualmente preocupante y podrían terminar siendo nada más un recuerdo. Un irrecuperable caudal biológico, acumulado a lo largo de millones de años de evolución, tirado por la borda por la actitud caprichosa y egoísta de una minoría.

Alas de Cormorán

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En El anzuelo de Hoderi, una antigua leyenda japonesa, Toyotama, Princesa del Mar exige a su prometido Hohodemi que el palacio que debe construir para ella en tierra firme ha de estar cubierto de alas de cuervo marino pues sus negras plumas tornasoladas reflejaban la luz del sol y le recordaban las brillantes cúpulas de madreperla del palacio subacuático de su infancia y adolescencia. Leí de niño esta maravillosa historia, innumerables veces, en un fantástico volumen titulado Narraciones de todo el mundo y siempre trataba de imaginar cómo serían en la realidad unas aves cuyo plumaje las hacía merecedoras de tan glorioso como lamentable destino.

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Tiempo adelante, tendría 17 años y andaba en mis comienzos como buscador de aves por las riberas del Duero zamorano, pude al fin tenerlos delante de mis ojos. Dos ejemplares adultos de magnífico y brillante plumaje color carbón con la nuca contrastadamente blanca y unos inolvidables ojos color esmeralda enmarcados por el llamativo amarillo de la piel del rostro. Aquellas grandes aves acuáticas procedentes del lejano norte que se sumergían con increíble habilidad y potencia en busca de su escamosa pitanza, me parecieron en aquel momento un compendio de todo lo salvaje, primitivo y vital que anida en el espíritu de la naturaleza.

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No es raro que, aunque ya llevaba un par de temporadas por lo menos dedicándome a observar aves, no los hubiera visto antes. La presencia habitual del cormorán grande (Phalacrocorax carbo) en tierras zamoranas y en la cuenca del Duero en general, data precisamente de aquellos años, de la década de 1980. La protección de que disfrutaba desde hacía algún tiempo en sus países de origen (Dinamarca, Holanda, Alemania, Francia, Reino Unido, etc) había provocado un gran aumento de sus poblaciones migradoras y con ello una extensión muy notable de su área de invernada, en especial en el interior de la península ibérica.

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Actualmente es posible observar esta especie en prácticamente todas las masas acuáticas de la provincia de Zamora y a lo largo de todos los meses del año. Resulta mucho más abundante, eso sí, fuera de la época de cría, ya desde los meses de julio y agosto -los primeros migrantes bajan muy pronto, mucho antes de la llegada de los primeros días fríos- hasta el mes de abril. En enero de 2013, en el transcurso del censo estatal coordinado por SEO/BirdLife, en el cual participé como coordinador provincial, se contabilizaron 1.826 ejemplares, distribuidos entre 14 dormideros. Zamora albergaba el contingente más numeroso entre las provincias de Castilla y León, con algo más del 30% de la población censada en esta comunidad autónoma. Casi todos los cormoranes se encontraban a lo largo de los cursos del río Duero (1.536) y Esla (244), con la mayor concentración en el tramo central del Duero, en el entorno de la capital, donde se agrupaba más de la mitad de la población invernal de toda la provincia (1.039 aves).

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Además, durante la estación reproductora permanecen habitualmente con nosotros algunos grupos de no reproductores y, desde hace unos 15 años, contamos con una pequeña población nidificante, repartida entre tres o cuatro pequeñas colonias que acogen cifras totales, por lo general, no superiores al medio centenar de parejas. Estos núcleos de cría, al igual de los dormideros comunitarios, se ubican en el arbolado ribereño, aunque algunas parejas han llegado a criar, eventualmente, sobre sustrato rocoso.

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La presencia, relativa y localmente abundante, de este consumado y especialista ictiófago causó, desde un primer momento,, preocupación entre los aficionados a la pesca deportiva y se producen por parte de este colectivo frecuentes solicitudes para que se efectúen descastes de una especie que no está considerada como cinegética. En general, los argumentos aportados para estas peticiones adolecen del más mínimo fundamento científico. Como cualquier otro depredador, el cormorán grande no esquilma las poblaciones de sus presas sino que tiene un efecto positivo, saneador, sobre las mismas. Si en determinadas zonas hay “muchos” cormoranes es precisamente porque hay muchos peces. No hay motivo real para la preocupación.

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El principal problema para la fauna piscícola de nuestros ríos no lo constituyen los depredadores autóctonos: cormoranes, garzas, martines pescadores, nutrias… El enorme y dantesco drama de nuestros ríos procede de la introducción y extensión masiva de especies exóticas, alóctonas, con fines exclusivamente recreativos que ha conducido en una gran parte de nuestras masas acuáticas a la desaparición -por competencia y depredación- de la casi totalidad de nuestras especies autóctonas, práticamente todas ellas valiosísimos endemismos hoy día incluidos en la lista roja de especies amenazadas pero que por lo visto no tienen interés para los “deportistas”.

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Bermejuela (Achondrostoma arcasii)

Todo ello de la mano de actitudes irresponsables que destruyen, por mezquindad e ignorancia, lo que es un patrimonio de toda la ciudadanía. Lo cierto es que en nuestros ríos y embalses no hay escasez de pesca, de hecho hay una enorme biomasa de carpas, alburnos, percas americanas, percasoles, lucios, luciopercas, gambusias…todos ellos especies alóctonas. que no deberían de estar ahí.  En cambio, en muchos de ellos ya no queda ni rastro de los autóctonos escallos, bogas, bermejuelas y gobios, y los barbos son cada vez más escasos.

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El problema no es, por tanto, el cormorán. Al contrario: al depredar sobre las especies de peces exóticos ayuda al control de sus poblaciones. No quiero ni imaginar cómo serían las dimensiones del desastre que ya sufren nuestros ríos si encima no pudieran disfrutar de la benéfica acción de éste y otros magníficos pescadores de nuestra fauna autóctona.

Valorio: un bosque en la ciudad

El bosque de Valorio, que formó parte del antiguo monte concejil de la ciudad de Zamora y hoy constituye una de sus grandes áreas naturales periurbanas, se encuentra ubicado en un valle fluvial excavado inmediatamente al noroeste del casco urbano. La mayor parte de sus 70 ha de extensión se hallan cubiertas de pinar de pino piñonero (Pinus pinea), con presencia de un notable rodal de ejemplares de porte impresionante que superan los 200 años de edad. En torno al arroyo de Valorio, o de Valderrey, crece un bien conservado bosque de ribera, dominado por álamos (Populus alba) y chopos (Populus nigra), con sotobosque de negrillos (Ulmus minor) y zarzas (Rubus ulmifolius).

 

Además encontramos numerosas especies arbóreas de tipo ornamental, plantaciones de arizónicas (Cupressus glabra) y restos de antiguos cultivos leñosos, entre los que destaca el almendro (Prunus dulcis). También, salpicados aquí y allá, podemos observar algunos retazos del bosque de quercíneas original formado por encinas (Quercus ilex), robles melojos (Quercus pyrenaica) y quejigos (Quercus faginea). En los llanos en altura que rodean el bosque existen pastizales xerófilos y acidófilos, con importante presencia del barceo (Stipa gigantea), alternando con parcelas cultivadas de cereal de secano

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Ruiseñor común (Luscinia megarhynchos)

Valorio cuenta con una  nutrida comunidad ornítica integrada por al menos 150 especies, de las que 72 son reproductoras comprobadas. Destaca por sus poblaciones de aves forestales, con buenas representaciones de rapaces nocturnas (cárabo Strix aluco, búho chico Asio otus, autillo Otus scops y mochuelo Athene noctua) y pícidos (torcecuello Jynx torquilla, pito real ibérico Picus sharpei, pico picapinos Dendrocopos major y pico menor Dryobates minor).  

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Búho chico (Asio otus)

Además cuenta con buenas poblaciones de paseriformes como ruiseñor común (Luscinia megarynchos), mosquitero ibérico (Phylloscopus ibericus), oropéndola (Oriolus oriolus), gorrión molinero (Passer montanus) y escribano soteño (Emberiza cirlus), y es un buen lugar para la observación de diversas rapaces que lo sobrevuelan habitualmente, en especial los milanos real (Milvus milvus) y negro (Milvus migrans), el águila calzada (Aquila pennata) y el buitre leonado (Gyps fulvus).

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Pico picapinos (Dendrocopos major)

En los espacios abiertos de su entorno más inmediato abundan las cogujadas montesina (Galerida theklae) y común (Galerida cristata) y están presentes otras especies características de estos medios como el aguilucho cenizo (Circus pygargus), el alcaudón real (Lanius meridionalis) y la collalba gris (Oenanthe oenanthe).

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Cogujada montesina (Galerida theklae)

Por otro lado, se ha citado en Valorio la presencia de 25 especies de mamíferos, entre ellos el murciélago ratonero grande (Myotis myotis), la rata de agua (Arvicola sapidus), el conejo (Oryctolagus cuniculus), el tejón (Meles meles) y la jineta (Genetta geneta); 10 de reptiles, como la lagartija colilarga (Psammodromus algirus) y las culebras de escalera (Zamenis scalaris) y bastarda (Malpolon monspessulanus); 6 de anfibios, como el sapillo moteado (Pelodytes hespericus) y el sapo partero común (Alytes obstetricans); y otras 6 de peces, entre los que destaca la amenazada bermejuela (Achondrostoma arcasii), un pequeño ciprínido endémico considerado “Vulnerable” a nivel mundial.

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Bermejuela (Achondrostoma arcasii)

Finalmente, hay que destacar la bien conservada comunidad de lepidópteros que albergan nuestro pequeño bosque zamorano y sus alrededores, con más de 50 especies de mariposas diurnas presentes, entre ellas especies como Papilio machaon, Iphiclides feisthamelii, Zerynthia rumina, Zegris eupheme, Brintesia circe, Polygonia c-album, Argynnis pandora y Tomares ballus.

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