
Suspendido en el aire como una cometa, el milano real (Milvus milvus) pasa la mayor parte del día examinando meticulosamente el terreno en busca de alimento, con constantes planeos circulares en los que usa como timón su característica cola horquillada. Busca los cadáveres de pequeños vertebrados atropellados en las carreteras, sigue a los arados que dejan al descubierto gran número de insectos y roedores, visita los basureros y el entorno de las granjas en busca de los restos más variados, acecha a la perdiz que escapó malherida el día de caza…


Al anochecer, con el buche lleno, si hubo suerte, se dirige al dormidero comunal, una pequeña arboleda -de chopos o álamos altos la mayoría de las veces- donde descansará en compañía de decenas o incluso centenares de congéneres, casi todos ellos migrantes, como él, procedentes de otros países de Europa occidental (Alemania, Francia y Suiza, principalmente). Allí aguardará la llegada de un nuevo día en el que tendrá que enfrentarse, una vez más, a la amenaza del hambre pero también a la del cebo envenenado y el matarratas diseminados por los campos, el cazador sin escrúpulos de gatillo fácil, el poste peligroso de un tendido eléctrico o la amenazante hilera de palas de los aerogeneradores. No en vano, la población mundial de su especie está considerada como “casi amenazada” y la nidificante en España está calificada “en peligro”.

La provincia de Zamora cuenta con unas poblaciones de milano real que son de las más nutridas de España, tanto en lo relativo al período de reproducción (unas 160 parejas) como a la época invernal (unos 4200 ejemplares). En un radio de 10 km de Zamora capital se forman todos los inviernos cuatro o cinco dormideros comunales de esta bonita y elegante rapaz, los cuales acogen en conjunto cifras variables entre los 280 y los 430 ejemplares. A esto le podemos sumar la presencia de dos o tres parejas reproductoras que permanecen todo el año en sus territorios en el entorno de la ciudad. No nos debe extrañar, por tanto, que su silueta sea tan habitual sobrevolando nuestros tejados, particularmente durante los meses más fríos del año. Un privilegio del que no podemos dejar de disfrutar.
