La collalba gris, el pájaro que arrea a los burros

La collalba gris (Oenanthe oenanthe) es un pájaro de la familia de los muscicápidos, por tanto pariente de papamoscas, petirrojos y ruiseñores. Se trata de una especie insectívora y migratoria. Los machos muestran dorso gris azulado y alas y antifaz negros mientras que las hembras tienen las partes superiores más ocráceas y carecen de antifaz. En ambos sexos resulta muy llamativo el diseño de la cola:  blanca y terminada en una T invertida negra, siendo el origen de su nombre genérico en castellano: colialba.  Muy terrestre, gusta de andar y saltar sobre el suelo y también de posarse, con porte erguido, en postes, piedras y elevaciones del terreno.

En España su población reproductora se localiza de modo fundamental en la mitad norte y especialmente en la cuenca del Duero y los sistemas montañosos aledaños. También se extiende por gran parte de las sierras pirenaicas y prepirenaicas y de manera más fragmentada por la depresión del Ebro, el sistema Ibérico y las sierras béticas. Selecciona preferentemente hábitat con escasa cobertura vegetal leñosa, especialmente herbazales y matorrales de montaña con frecuentes sustratos rocosos. También cría en parajes esteparios y parameras con arbolado disperso. En todos estos ambientes suele aprovechar oquedades para instalar sus nidos. Estas pueden ser naturales (grietas de rocas, madrigueras abandonadas de animales como conejos, por ejemplo) o estar asociadas a construcciones humanas de piedra o amontonamientos de origen antrópico, como los majanos.

La población española se estimó recientemente en cerca de un millón y medio de parejas reproductoras, de las cuales algo menos de la mitad se encontrarían en la comunidad autónoma de Castilla y León, dentro de la cual Zamora alberga un contingente muy destacado. En esta provincia podemos encontrarla desde las partes más elevadas de las sierras sanabresas hasta las pseudoestepas cerealistas de Tierra de Campos o La Guareña y los pastizales tradicionales de Sayago y Aliste. Pero en la actualidad, las densidades más elevadas se detectan en las campiñas y mosaicos agropecuarios del centro-oeste: Tierra del Pan occidental, Tierra de Alba y partes de Tierra de Tábara.  No pongo su mapa distribución en la provincia porque lo cierto es que se puede encontrar a este bonito y simpático paseriforme en todas las cuadrículas del mapa provincial. Entrad en este enlace si queréis comprobarlo: https://atlasaves.seo.org/ave/collalba-gris/

En cualquier caso, las poblaciones españolas de esta ave paseriforme muestran un declive importante, con una pérdida próxima a la mitad de los ejemplares en el período comprendido entre 1998 y 2018. Por este motivo, la collalba gris aparece en la última edición del Libro Rojo de las Aves de España en la categoría de especie Casi Amenazada. Sus principales amenazas están relacionadas con la alteración de sus hábitat: intensificación agrícola, matorralización y reforestación así como las prolongadas sequías en sus áreas de invernada africanas. Es preciso recordar que se trata de una especie migradora que llega a tierras zamoranas entre finales de febrero y primeros de marzo y a la que podemos seguir observando hasta muy entrado el otoño, incluso hasta comienzos de noviembre. Muchas de las aves que se ven por aquí en primavera y en otoño, por cierto, son migrantes en paso, no pocas pertenecientes a poblaciones que se reproducen en latitudes tan norteñas como Islandia y Groenlandia (subespecie leucorhoa).

Su tradicional abundancia y amplia distribución en tierras zamoranas, así como su comportamiento confiado y su habitual presencia en medios frecuentados por los humanos (zonas de cultivo, pastizales, entornos rurales…), son factores todos que han contribuido a un destacado conocimiento popular de esta especie que se ve reflejado en la notable variedad de nombres vernáculos que se le atribuyen. El tipo más frecuente es el de las denominaciones que hacen referencia al diseño y coloración de sus plumas rectrices, caracterizadas por una combinación de blanco y negro en la que el primer color destaca llamativamente: rubialba, rubialga y multitud de variantes más (compuestas de rabo+alba) se escuchan, sobre todo, en comarcas como Sayago, Tierra del Pan, Tierra del Vino, Tierra de Alba, Tierra de Tábara, La Carballeda y Aliste. En esta última también encontramos formas equivalentes como colabranca o culiblanco. Otro grupo muy extendido hace mención al gracioso movimiento estereotipado con el que las collalbas llaman la atención precisamente sobre ese panel fanérico que constituye su cola, y que utilizan para enviar mensajes visuales a sus congéneres. Estos movimientos fueron identificados por la imaginación popular con los que realiza el jinete para arrear a su montura. De ahí las frecuentes denominaciones vernáculas del tipo arriaburros, tañaburra o tanjasno tan extendidas por Aliste, Los Valles, Benavente y La Carballeda. Tañer o tanxer es un verbo que en leonés tiene también el significado de “arrear” o “azuzar” a los animales de monta o tiro. Finalmente, otra tipología de nombres que se le atribuyen a las collalbas serían los descriptivos de sus medios o lugares preferidos para anidar: pedreiro (partes de Sanabria y de Aliste), terronero (La Carballeda y Los Valles) o barranquesa (Los Valles), entre otros. Es preciso aclarar que todos o casi todos los vernáculos mencionados los comparte la collalba gris de modo indistinto con su prima hermana, la collalba rubia (Oenanthe hispanica), también presente en tierras zamoranas aunque no tan extendida y a la que dedicaré su propia entrada, no tardando.

Dormilones de día, brujas de noche

Uno de los aspectos más característicos del comportamiento del martinete común (Nycticorax nycticorax) es su actividad fundamentalmente nocturna, especialmente fuera del período reproductor. Este patrón ha dado lugar a algunos nombres vernáculos de los numerosos que reciben estas misteriosas ardeidas a lo largo y ancho de su extensísima área de distribución que abarca gran parte de los continentes euroasiático, africano y americano.  Así, en Argentina y en Andalucía es conocido como garza bruja, en gallego se denomina garza da noite y en catalán martinet de nit.

También su denominación científica, nycticorax (“cuervo nocturno” en griego), hace clara referencia a sus hábitos noctámbulos. Durante el otoño y el invierno, los martinetes que no han emigrado hacia el sur -lo habitual en su especie- se agrupan en dormideros comunales donde descansan durante el día, tratando de permanecer a salvo de sus depredadores: aves rapaces y mamíferos carnívoros, sobre todo. 

 Al caer las tinieblas, vuelan siguiendo el curso del río en dirección a sus áreas de pesca, ubicadas con frecuencia a varios kilómetros de distancia del dormidero. En la oscuridad, los distintos individuos del grupo se comunican entre sí emitiendo una voz característica: «guac-guac». Este sonoro reclamo también ha inspirado una cantidad considerable de vernáculos, tales como guaco o huaco en Perú, Colombia, Venezuela y México, kwak en neeerlandés y goraz en portugués europeo.

En Brasil, en cambio, se conocen como dorminhocos, haciendo referencia a sus hábitos de descanso diurno. Curiosamente, dormilones es uno de los dos nombres populares recogidos en Zamora. El otro, mediagarza, probablemente se refiera a sus dimensiones corporales, francamente menores que las de otras especies de la misma familia como la garza real (Ardea cinerea), con la que suele coincidir, incluso en las colonias de cría.

Fuseras y pimenteras

La husera (Euonymus europaeus) es un arbusto de la familia de las celastráceas cuya madera se utilizó desde el Neolítico para la fabricación de husos de hilar. De esta antiquísima utilidad proceden también sus nombres en leonés (fusera o fuseira) y gallego (fuseira). Otro nombre muy común en castellano es el de bonetero, originado por la particular forma de sus frutos que recuerdan a los bonetes, gorros dotados de cuatro picos redondeados que solían lucir antaño eclesiásticos, colegiales y graduados.

 Estos bonetes, corazones, reventones o baulines, como también se llaman, no resultan apropiados comestibles para los humanos (son vomitivos y purgantes) pero sí para no pocas aves paseriformes que los consumen dispersando sus semillas, como es el caso de la curruca capirotada, el mirlo común, los diversos zorzales o el petirrojo europeo, nuestra popular pimentera.

El petirrojo siente especial atracción por unos frutos cuyo vivísimo color compite con el no menos intenso “pimiento” que luce en su pecho anaranjado. Este singular duelo cromático entre ave y arbusto se produce durante estas fechas otoñales en los setos, sotos y claros de bosque de una gran parte de Castilla y León. Especialmente en las estribaciones montañosas y en las riberas de las tierras llanas que es donde podemos encontrar a la husera o bonetero, amante de los suelos frescos y tirando a húmedos. En tierras zamoranas sobre todo en el norte y el oeste, particularmente en comarcas como las de Aliste y La Carbayeda.

Trallos locos

Mediada la estación estival, en todos los medios arbolados de la tierra zamorana se escucha casi sin cesar una especie de chirrido entrecortado que recuerda al producido por un cerrojo enferrujado: <<bit…bit…bit…>>. Si buscamos su procedencia es fácil que terminemos localizando a un pajarín algo más pequeño que un gorrión, de tonos pardos y grisáceos que captura moscas y mosquitos al vuelo, lanzándose en su persecución desde una rama despejada de un árbol o un arbusto. Se trata del papamoscas cerrojillo, ave insectívora de la familia de los muscicápidos que en estos momentos se halla envuelta en su migración anual rumbo al África centro-occidental.

Desde finales de julio hasta principios de noviembre, millones de individuos de esta especie, el grueso de la población europea, atraviesan el centro y oeste de la península ibérica camino de sus áreas de invernada. El regreso, en cambio, lo efectúan por una ruta marcadamente más oriental, de modo que en el paso primaveral son pocos los que se observan migrando por nuestras comarcas. Igualmente escaso resulta como especie de cría: son muy pocos los que se reproducen aquí y de ellos casi todos lo hacen en robledales con arbolado viejo de la comarca de Sanabria, ubicando sus nidos en oquedades de los árboles y, con frecuencia, en cajas nido. También se ha citado su posible reproducción en algunos robledales y bosques de riberas del sur y este de la provincia.

Distribución del papamoscas cerrojillo nidificante en Zamora. Adaptado de: Gordo, O. 2022. Papamoscas cerrojillo Ficedula hypoleuca. En, B. Molina, A. Nebreda, A. R. Muñoz, J. Seoane, R. Real, J. Bustamante y J. C. del Moral: III Atlas de las aves en época de reproducción en España. SEO/BirdLife. Madrid. https://atlasaves.seo.org/ave/papamoscas-cerrojillo/

(Durante los pasos migratorios aparece por toda la provincia)

Estas diferencias llamativas en su abundancia (muy escaso en primavera y de repente muy abundante y ubicuo en la segunda mitad del verano y el otoño inicial) eran bien conocidas por nuestros antepasados, apareciendo reflejadas en nuestra tradición popular. Así, en la comarca de Aliste, donde en muchos lugares se le conoce como trallo, recogimos este refrán alusivo: <<Trallos locos: marcháis muchos, volvéis pocos>>.

Trallo y su variante trallón -escuchada en Sanabria- son denominaciones onomatopéyicas, es decir inspiradas por el insistente reclamo que emiten los cerrojillos. Igual origen tienen otros nombres vernáculos que se le otorgan en tierras zamoranas: nite o ite en Sanabria, chirriquina en La Carballeda, cincha y chascu en Aliste, machaqui en Sayago o tití en Tierra de Toro.

El alcaudón dorsirrojo en Zamora

Rosinos de la Requejada (Zamora). 16 de junio de 2019.

Sin duda hay pocas aves tan representativas de las campiñas agrícolas y ganaderas eurosiberianas como el alcaudón dorsirrojo.  Amante de los paisajes abiertos, precisa de la presencia abundante de arbustos espinosos de los cuales se vale para ocultar su nido y como posaderos desde los que acechar a sus presas (insectos sobre todo y en menor medida pequeños vertebrados) a las que detecta y captura sobre suelos relativamente despejados. Al igual que otras especies de alcaudones, el dorsirrojo también usa los picos de los espinos, agavanzales, zarzas y bruñales para espetar sus presas, formando así pequeñas despensas.

Santiago de la Requejada (Zamora). 12 de junio de 2018.

Se trata de un paseriforme ampliamente distribuido en Europa, que se halla ausente de las áreas más septentrionales así como de diversas regiones mediterráneas. La población europea se estima en 7,4 a 14,3 millones de parejas y resulta más abundante en el este del continente: Rumanía, Bulgaria, Polonia, Ucrania y Rusia albergan en conjunto más de las tres cuartas partes del contingente continental. Migrante transahariano, se encuentra en nuestras latitudes desde finales de abril hasta comienzos de septiembre, invernando en el sur y sureste de África. Prácticamente toda la población europea, incluyendo los núcleos más occidentales como el ibérico, migra a través del Mediterráneo oriental.

Doney de la Requejada (Zamora). 22 de julio de 2018.

En la península ibérica nidifica exclusivamente en su mitad norte, siendo tradicionalmente más abundante en las regiones de mayor influencia atlántica (desde Galicia a Navarra) y sobre todo en la parte septentrional de Castilla y León. Se calcula que la población española de alcaudón dorsirrojo podría rondar actualmente apenas los 180.000 ejemplares, con una reducción estimada en casi un 50 % entre 1998 y 2018, lo que ha llevado a su inclusión en el Libro Rojo de las Aves de España dentro de la categoría de “Vulnerable”.

Doney de la Requejada (Zamora). 24 de junio de 2021.

Curiosamente, este declive demográfico viene acompañado de una llamativa expansión de su área de distribución ibérica en el curso de la cual ha colonizado extensos territorios del sistema central y su piedemonte. Aquí está encontrando, al parecer, medios bastante favorables para su reproducción gracias a la conservación de la ganadería extensiva.

San Martín de Castañeda (Zamora). 30 de junio de 2020.

En Zamora se distribuye fundamentalmente por el cuadrante noroccidental de la provincia: por las comarcas de Sanabria y la Carballeda principalmente y más localizado por Aliste y Tábara. En todas estas comarcas se le conoce popularmente con el nombre vernáculo de “picanzo pequeño”. “Picanzo” es la denominación genérica para los alcaudones (Lanius) más extendida en el tercio occidental de la península ibérica, desde Galicia y parte de Asturias hasta el oeste de Extremadura y el norte de Huelva. El específico “pequeño” resulta muy apropiado pues, efectivamente, se trata del menor de los tres alcaudones presentes en el área.

Distribución actual del alcaudón dorsirrojo (Lanius collurio) en Zamora durante el período reproductor. Elaborado a partir de: Infante, O. 2022. Alcaudón dorsirrojo Lanius collurio. En, B. Molina, A. Nebreda, A. R. Muñoz, J. Seoane, R. Real, J. Bustamante y J. C. del Moral: III Atlas de las aves en época de reproducción en España. SEO/BirdLife. Madrid. https://atlasaves.seo.org/ave/alcaudon-dorsirrojo/ y Berlanga, R. González, J. J., Hernández, J. A. , Losada G., Martín, M. I., Rodrigo, A., San Román, J. M., . 2022. eBird Basic Dataset. Cornell Lab of Ornithology, Ithaca, New York. 
 

Cabañas de Aliste (Zamora). 13 de agosto de 2020.

En las últimas décadas, su distribución en Zamora se redujo por el extremo meridional (comarca de Aliste) y paralelamente experimentó una reducción general de sus efectivos. Los cambios en su hábitat provocados por el abandono de la ganadería extensiva debieron de constituir el principal factor influyente. Sin embargo, en la actualidad esta tendencia negativa podría estar revirtiendo: en los últimos años se está detectando la presencia de territorios ocupados de forma dispersa en el nordeste de la provincia, en comarcas donde no existían datos previos de nidificación como los Valles, Benavente e incluso en el mismo borde de Tierra de Campos. Al mismo tiempo, el seguimiento de territorios de cría en la parte oriental de Sanabria, durante las últimas ocho temporadas, parece indicar una tendencia a la estabilización de esa población. Motivos para el optimismo, a pesar de todo.

Rosinos de la Requejada (Zamora). 16 de junio de 2019.

El cernícalo vulgar: ubicuo pero amenazado.

Zamora, febrero de 2019.

El cernícalo vulgar (Falco tinnunculus) es, sin duda, el ave falconiforme más abundante y extendida en España e igualmente en el conjunto del continente europeo. Contribuyen a ello su carácter generalista en cuanto al uso de hábitat abiertos: desde la alta montaña hasta los acantilados costeros, pasando por los ámbitos urbanos de pueblos y ciudades, las hoces fluviales, los terrenos agrícolas y los bosques abiertos. También utiliza una amplia gama de sustratos de nidificación: principalmente nidos usados de córvidos, tanto en árboles como en peñas y tendidos eléctricos, y huecos y cavidades en árboles, cortados y edificaciones. Además, acoge con entusiasmo los nidales artificiales instalados para favorecer su reproducción. Por otro lado, se muestra francamente oportunista en cuanto a su dieta, incluyendo en ella una gran variedad de micromamíferos (topillos, ratones, musarañas), pequeñas aves, reptiles, anfibios e insectos. Muestra una especial preferencia por el topillo campesino (Microtus arvalis).

Sin embargo, sus poblaciones están experimentado una tendencia muy negativa en los últimos tiempos. En España, en concreto, habría disminuido un 53 % en el período de 1998 a 2018, según los resultados del programa SACRE (seguimiento de aves comunes) de SEO/BirdLife.  Esta tendencia extremadamente negativa condujo a su inclusión en la categoría de especie “En Peligro” en el recientemente publicado Libro Rojo de las Aves de España. Precisamente, esta publicación recoge como principales causas de su dramático declive las relacionadas con la intensificación agrícola, destacando los perniciosos efectos derivados del uso de biocidas, organoclorados y otros plaguicidas.

Zamora, julio de 2019.

 Mención especial merece la bromadiolona, empleada ampliamente para el control de las explosiones demográficas de topillo campesino en nuestra comunidad autónoma. En el Reino Unido, la abundancia anual de cernícalos vulgares está correlacionada negativamente con las concentraciones de este raticida  detectadas en individuos a los que se realizaron análisis toxicológicos. La bromadiolona ha sido detectada en la sangre de pollos de cernícalo en las zonas agrícolas de Castilla y León, muy probablemente tras ser alimentados por sus padres con topillos intoxicados por este biocida. Si tenemos en cuenta que diversos estudios demuestran que favorecer las poblaciones de cernícalos y otras especies especializadas en la caza de pequeños roedores resulta el sistema más eficaz para prevenir los efectos negativos de estos micromamíferos en la agricultura, se hace aún más patente el disparate que supone el uso masivo y descontrolado de rodenticidas.

Villafáfila, julio de 2019.

2018 destacó  en las áreas agrícolas de Zamora y otras provincias de Castilla y León como un año particularmente nefasto para el cernícalo vulgar y otras rapaces cazadoras de pequeños roedores, como el elanio común (Elanus caeruleus), el aguilucho pálido (Circus cyaneus), la lechuza común (Tyto alba), el búho chico (Asio otus) y el búho campestre (Asio flammeus), cuyas poblaciones reproductoras se redujeron esa temporada a mínimos históricos. Durante la temporada siguiente, en 2019, las mencionadas comarcas agrícolas se vieron afectadas por una importante explosión demográfica de topillo campesino. ¿Casualidad?

En Zamora el cernícalo vulgar se distribuye ampliamente por toda la provincia, desde las elevadas sierras sanabresas hasta las arribas y arribanzos de los ríos Duero, Esla y Tormes, pasando por los diferentes núcleos urbanos y rurales y las inacabables campiñas cerealistas. Las densidades más elevadas se encuentran actualmente en Tierra del Pan, Campos, Benavente, Los Valles, Tábara y La Guareña.  En los últimos siete años sus densidades se han mantenido aquí relativamente estables aunque  hay que resaltar el desplome de 2018 (con densidades registradas cinco veces inferiores a la media del resto de la serie), si bien en las temporadas posteriores se ha constatado la recuperación de los parámetros anteriores.

Zamora, marzo de 2017.

En las diferentes comarcas que componen la provincia se recogen una notable variedad de denominaciones populares para esta falcónida, muy conocida entre sus habitantes por frecuentar los núcleos de población y sus entornos inmediatos.  Entre los nombres vernáculos que se le otorgan mencionamos en primer lugar los que hacen referencia a la técnica de caza más característica de esta especie, conocida como cernido, que consiste en un vuelo estacionario durante el que permanece casi inmóvil, entre 10 y 20 m de altura, esperando avistar alguna presa para lanzarse en picado hacia ella o descender lentamente en vertical sobre la misma. A este grupo de vernáculos pertenecen cernidera (La Carballeda, Los Valles), cerremícalo (Sayago y Tierra del Pan), tecedor o tejedor (Sanabria: el movimiento de alas del cernido recuerda al de los brazos del tejedor en el telar) y tentetieso o tentepino (Sayago: referido a su posición estática en el aire durante el cernido).

Asimismo, aparecen denominaciones que hacen referencia a sus preferencias tróficas, como ratonero (Sayago) o grillero (Toro). Pero el grupo más abundante de vernáculos son los que, de modo genérico, comparte con otras rapaces diurnas de pequeñas o medianas dimensiones, tales como gavilucho aguilucho (en gran parte de la provincia), gavilán (Aliste, Tierra de Alba y Sayago), azor chiquito (Aliste) o alcotán (Campos).  Finalmente, en las comarcas más septentrionales (Sanabria, Carballeda, Los Valles) encontramos talinaantanina o antanino como nombre tradicional para ésta y otras rapaces pequeñas.

Zamora, julio de 2020.

De zorras, raposas y golpellas

La percepción que tenemos actualmente en nuestra sociedad sobre el más pequeño de los cánidos salvajes ibéricos viene, en gran medida, heredada de la cultura popular campesina. No cabe duda de su papel principal en el folclore y la literatura europeos -desde las fábulas de Esopo al Roman de Renart- donde se le otorga una imagen ambivalente. De un lado, reprobado como ladrón de aves de corral y saqueador de la caza menor. De otro, admirado por su inteligencia y audacia proverbiales.  Algunos historiadores han llegado a afirmar que en los cuentos populares  el personaje del zorro encarna las estrategias de supervivencia preferidas por los campesinos europeos para resistirse a la opresión del Estado, la Iglesia y la aristocracia.  Precisamente,  en las narraciones orales del NO ibérico la sagaz  raposa tiene su contrapunto en el personaje del lobo codicioso, un tanto tontorrón y no poco fanfarrón que acaba siendo víctima de las maquinaciones y engaños de aquélla y que vendría a representar al noble o eclesiástico idealmente burlado y escarnecido por la astucia campesina.

No es de extrañar que la cultura de los dominadores acabara promoviendo su consideración como especie maldita y demoníaca cuya sola mención constituía mal augurio. Se evitaba pronunciar su nombre, sustituyéndolo por denominaciones eufemísticas que, con el tiempo, terminaron desplazando a la original. Derivadas del latín vulpecula (diminutivo de vulpes) aparecen primordialmente golpeya golpella en leonés y en gallego y golpeja vulpeja en castellano.

No perviven ya en nuestras hablas pero es fácil rastrear su recuerdo en topónimos zamoranos como Golpejones en Castroverde de Campos o Sierra de Golpellos en San Martín de Castañeda.  Estas formas fueron dominantes durante siglos en las lenguas habladas en el occidente ibérico  hasta que comenzaron a ser sustituidas por raposa o raposo (del latín rapere, “arrebatar”), zoónimo aún vivo entre nosotros, y más modernamente por zorro o zorra. Parece ser que ya antes de aplicarse al  cánido tenía zorra el  significado de “prostituta” o “adúltera” al tiempo que zorro equivalía a “bastardo”.

Hoy en día el zorro sigue sufriendo una dura persecución, justificada básicamente en el hecho de contar entre sus presas a ciertas especies de aves y mamíferos consideradas como cinegéticas.  Es evidente que en gran medida su figura cumple aquí una función de chivo expiatorio, haciéndole culpable de la decadencia de las poblaciones de perdices y liebres, cuando su merma está mucho más relacionada con el alarmante deterioro de los hábitat agrícolas.  En cambio, cada vez resulta más conocido -y reconocido- su papel fundamental en nuestro medio natural como controlador de las poblaciones de ratones, topillos y conejos o como dispersante destacado de diversas especies de plantas silvestres. Al mismo tiempo, su imagen es cada vez más valorada como un símbolo reconocible de la belleza irrenunciable que atesora la vida salvaje.

Ornitónimos con historia

Es posible que el ornitónimo, es decir el nombre de ave, más antiguo conocido sea lakalaka. Este término aparece en antiguas inscripciones mesopotámicas y se refiere, sin duda, a la cigüeña blanca (Ciconia ciconia) cuyo crotorear -“machar o majar el ajo” que decimos por estas tierras- reproduce con bastante fidelidad. Cuatro mil años más tarde sigue vivo en las lenguas del Oriente cercano, como el árabe (laklaka) o el turco (leylek).

Pero quizás nos podamos remontar más atrás todavía cuando mencionamos a la pega, ese llamativo pájaro blanco y negro con tornasoles, dotado de una cola singularmente larga. En español su denominación “oficial” es urraca pero en Zamora solemos conocerla mejor como pega, el mismo nombre que recibe en otras lenguas del occidente ibérico como el portugués, el gallego o el leonés. Bueno, pues el caso es que en protoindoeuropeo, es decir en la lengua madre hipotéticamente reconstruida que habría dado origen a todas las lenguas de la gran familia indoeuropea, el nombre que se le otorgaría a nuestra simpática e inteligente amiga se piensa que debió de ser el de peika. De aquel antiquísimo peika a nuestro actual pega irían -latín, o tal vez céltico, mediante- no menos de cinco milenios, pero la pronunciación no ha variado tanto y, en esencia, podemos decir que sigue tratándose del mismo nombre.

Otros vernáculos, en cambio, llevaríamos algo menos de tiempo repitiéndolos. Por ejemplo, el de pimienta, pimentera o pimentonero que se usa frecuentemente en las regiones de León, Castilla y Extremadura para el petirrojo europeo (Erithacus rubecula). Imposible que se hubiera originado antes de la llegada a tierras ibéricas del pimiento o pimentón, a partir del siglo XVI, pues se trata de un producto originario de Méjico, por tanto desconocido en la Europa previa al contacto con el Nuevo Mundo. Algún fino observador -quién sabe si un zamorano aficionado a las sopas de ajo bien sazonadas- debió de ver reflejado el intenso y atractivo color de la especia en el papo colorado de nuestro aguerrido pajarico y a partir de ahí pondría en circulación este curioso y bien traído ornitónimo popular.

Lavanderas y pajaritas de las nieves: un paseo por la ornitología popular

Uno de los pájaros más conocidos en las culturas tradicionales de la península ibérica -y del ámbito europeo general- era la lavandera blanca (Motacilla alba). Atributo de Afrodita en la mitología griega, está presente en numerosas narraciones y creencias populares y en muchas de ellas se la relaciona con hechizos, encantamientos y pociones amorosas. También aparece con frecuencia como protectora y custodia del ganado, función que se refleja en nombres vernáculos como el catalán pastoreta o el francés bergeronette.

No cabe duda de que detrás de los nombres vernáculos de las aves se esconden aspectos de gran interés para materias como la lingüística o la antropología. Pero, además, podemos rastrear en ellos un conjunto de conocimientos sobre la propia biología de la especie, acumulados en siglos de observación y que constituyen una suerte de “ornitología popular”. Sin ir más lejos, sólo analizando las denominaciones tradicionales de la lavandera blanca en un pequeño territorio como la provincia de Zamora, podemos descubrir interesantes referencias a sus preferencias de hábitat, a su dieta, su fenología o incluso su metabolismo.

Una de las denominaciones populares más utilizadas para esta especie en Zamora es, precisamente, la de lavandera, que se refiere a la costumbre de estas aves por frecuentar las riberas de ríos y arroyos, igual que las mujeres que se dedicaban a lavar la ropa. Esta querencia resulta especialmente marcada en la población nativa reproductora, muy ligada a cursos y masas de agua. Por este motivo, en nuestra provincia su densidad resulta más abundante cuanto más al norte y, sobre todo, cuanto más al oeste, en consonancia con el aumento de las precipitaciones. Es precisamente en las comarcas al occidente del río Esla donde la denominación de lavandera y sus variantes aparecen como predominantes.

Entre las variantes destacan las propias de la lengua asturleonesa: llavandeira, llavandera, llavandreira, llabrandeira, recogidas en diversas localidades de las comarcas de Aliste, La Carbayeda y, sobre todo, de Sanabria, donde encontramos además la denominación específica llavandeira blanca. En las partes más occidentales de Sanabria encontramos además las formas específicamente gallego-portuguesas como lavandeira y labrandeira, esta última originada por un cruce con labradora, referido a su costumbre de seguir al arado para alimentarse de los pequeños animales que va dejando al descubierto. La distribución de lavandera alcanza por el sur algunas localidades de Sayago y por el este hasta Tierra del Pan.

Resulta interesante señalar que hasta mediados del siglo XX lavandera se consideraba un ornitónimo de uso regional en español, propio sobre todo del noroeste de España. La denominación de mayor uso literario, incluyendo las publicaciones ornitológicas, era aguzanieves. Su sustitución se debió a que lavandera resultaba más apropiado para incluir a todas las especies del mismo género ya que a alguna de ellas, como la lavandera boyera (Motacilla flava), no le casaba bien el nombre de aguzanieves, al no estar presente en nuestras latitudes durante las estaciones frías.

El origen de este vernáculo podría estar en un antiguo auze (ave) de nieves y, en cualquier caso, haría referencia a la mayor presencia de estos pájaros durante los períodos más fríos del año por la llegada masiva de individuos procedentes de territorios más septentrionales del continente o también de áreas de montaña. Variantes de este vernáculo son aguanieves y rozanieves, y denominaciones equivalentes en su significado pajarica de las nieves, pajarita de las nieves o pajarita de nieves. Este grupo de nombres de uso tradicional aparecen distribuidos en Zamora principalmente por las comarcas del este y el sur, justamente donde la población reproductora de lavandera blanca resulta menos densa y la gran arribada de invernantes contrasta en mayor medida.

Hay otros nombres que reflejan, igualmente, aspectos llamativos de la fenología de esta especie. Uno de ellos es sanantona, utilizado en algunas localidades sayaguesas y que hace referencia a la festividad de San Antón (San Antonio Abad) que se celebra el 17 de enero. Es precisamente en torno a estas fechas cuando el frío invernal se intensifica y con él se generaliza la abundancia de nuestra protagonista en riberas, campos, pueblos y ciudades. También en Sayago y en las vecinas comarcas de Tierra del Pan y Tierra del Vino se la llama a veces avefría.

Por otro lado, tenemos un vernáculo de origen onomatopéyico, que refleja el reclamo o voz más frecuentemente emitida por esta especie. Se trata de chiribita, chibirita o churubita, que aparece extendido aquí y allá por muchas de nuestras comarcas y que es, quizás, el nombre más arraigado en la propia ciudad de Zamora. En la comarca de Tierra del Pan hemos recogido el específico chibirita blanca.

Finalmente, otros vernáculos que hemos anotado dan cuenta de su carácter inquieto y movilidad incesante: volanderay revolinguina; de su consideración como ave sagrada y benéfica (posiblemente por su alimentación insectívora): pájara de Dios; y de su costumbre de aproximarse a los animales domésticos en busca de los insectos que pululan en su entorno: purquirina(diminutivo de porquera).

Acentor común: la pajarica de las urces

Otero de Centeno (Zamora), 27 de junio de 2020

El área de cría del acentor común (Prunella modularis) en Zamora se extiende principalmente por las comarcas de Sanabria, La Carballeda y Aliste, coincidiendo casi por completo con la distribución de los matorrales subseriales dominados por los brezos o urces (Erica spp; en nuestro caso, principalmente Erica australis conocida como urz negral ). También se encuentra con frecuencia ligado a las orlas de zarzas (Rubus spp) y otras rosáceas espinosas de los setos o sebes y del sotobosque de diversos tipos de masas de forestales.

Distribución del acentor común (Prunella modularis) en Zamora, en la época de cría. (NaturZamora-AZCN). Durante el otoño e invierno se puede encontrar en la práctica totalidad de la provincia.

En cambio, en los matorrales dominados por las jaras (Cistus ladanifer) este paseriforme no aparece como nidificante pero suponen un refugio muy importante para los ejemplares desplazados de los brezales serranos a causa de los grandes fríos y nevadas invernales. Dentro de su área de invernada, que abarca -con densidades muy variables- la práctica totalidad de la provincia, aparece en una notable variedad de hábitat arbustivos y no sólo en matorrales y sotobosques sino también en jardines e incluso en algunos baldíos con vegetación anual desarrollada.

Hábitat del acentor común en el Parque natural «Lago de Sanabria» (Zamora). Matorrales de uces negrales (Erica australis) con uces riguirizas (Erica arborea), carqueisas (Genista tridentata), escobas meirinas (Cytisus oromediterraneus) y chaguazos negros (Halimium umbellatum).

En Sanabria, donde la especie es más abundante y, por tanto, más conocida y nombrada, hemos recogido unos pocos nombres vernáculos tradicionales: redonda o redondia, pajarica prieta y cañabobos o engañabobos. En otras comarcas no hemos encontrado denominaciones populares para este pajarín, probablemente su plumaje discreto -que recuerda un tanto al de los gorriones o pardales (Passer spp)– le haga pasar desapercibido, sobre todo en zonas donde no resulta muy abundante.

En la ciudad de Zamora era un invernante regular aunque escaso que se observaba todos los años en el bosque de Valorio, las riberas de los ríos Duero y Valderaduey, en setos espinosos de la campiña circundante y en algunos parques y jardines. Su período de presencia abarcaba generalmente desde finales de septiembre hasta mediados de abril, con cifras máximas en el mes de febrero. En la actualidad sigue visitando la ciudad y su entorno pero su presencia se ha vuelto mucho menos frecuente de lo que era hace dos o tres décadas. Muchos acentores comunes que antaño se veían forzados a bajar de las sierras cubiertas de nieve varios meses al año, ahora pueden quedar durante casi todo el invierno sin moverse de los brezales de altura. Otra evidencia del calentamiento acelerado del clima.