El cernícalo vulgar: ubicuo pero amenazado.

Zamora, febrero de 2019.

El cernícalo vulgar (Falco tinnunculus) es, sin duda, el ave falconiforme más abundante y extendida en España e igualmente en el conjunto del continente europeo. Contribuyen a ello su carácter generalista en cuanto al uso de hábitat abiertos: desde la alta montaña hasta los acantilados costeros, pasando por los ámbitos urbanos de pueblos y ciudades, las hoces fluviales, los terrenos agrícolas y los bosques abiertos. También utiliza una amplia gama de sustratos de nidificación: principalmente nidos usados de córvidos, tanto en árboles como en peñas y tendidos eléctricos, y huecos y cavidades en árboles, cortados y edificaciones. Además, acoge con entusiasmo los nidales artificiales instalados para favorecer su reproducción. Por otro lado, se muestra francamente oportunista en cuanto a su dieta, incluyendo en ella una gran variedad de micromamíferos (topillos, ratones, musarañas), pequeñas aves, reptiles, anfibios e insectos. Muestra una especial preferencia por el topillo campesino (Microtus arvalis).

Sin embargo, sus poblaciones están experimentado una tendencia muy negativa en los últimos tiempos. En España, en concreto, habría disminuido un 53 % en el período de 1998 a 2018, según los resultados del programa SACRE (seguimiento de aves comunes) de SEO/BirdLife.  Esta tendencia extremadamente negativa condujo a su inclusión en la categoría de especie “En Peligro” en el recientemente publicado Libro Rojo de las Aves de España. Precisamente, esta publicación recoge como principales causas de su dramático declive las relacionadas con la intensificación agrícola, destacando los perniciosos efectos derivados del uso de biocidas, organoclorados y otros plaguicidas.

Zamora, julio de 2019.

 Mención especial merece la bromadiolona, empleada ampliamente para el control de las explosiones demográficas de topillo campesino en nuestra comunidad autónoma. En el Reino Unido, la abundancia anual de cernícalos vulgares está correlacionada negativamente con las concentraciones de este raticida  detectadas en individuos a los que se realizaron análisis toxicológicos. La bromadiolona ha sido detectada en la sangre de pollos de cernícalo en las zonas agrícolas de Castilla y León, muy probablemente tras ser alimentados por sus padres con topillos intoxicados por este biocida. Si tenemos en cuenta que diversos estudios demuestran que favorecer las poblaciones de cernícalos y otras especies especializadas en la caza de pequeños roedores resulta el sistema más eficaz para prevenir los efectos negativos de estos micromamíferos en la agricultura, se hace aún más patente el disparate que supone el uso masivo y descontrolado de rodenticidas.

Villafáfila, julio de 2019.

2018 destacó  en las áreas agrícolas de Zamora y otras provincias de Castilla y León como un año particularmente nefasto para el cernícalo vulgar y otras rapaces cazadoras de pequeños roedores, como el elanio común (Elanus caeruleus), el aguilucho pálido (Circus cyaneus), la lechuza común (Tyto alba), el búho chico (Asio otus) y el búho campestre (Asio flammeus), cuyas poblaciones reproductoras se redujeron esa temporada a mínimos históricos. Durante la temporada siguiente, en 2019, las mencionadas comarcas agrícolas se vieron afectadas por una importante explosión demográfica de topillo campesino. ¿Casualidad?

En Zamora el cernícalo vulgar se distribuye ampliamente por toda la provincia, desde las elevadas sierras sanabresas hasta las arribas y arribanzos de los ríos Duero, Esla y Tormes, pasando por los diferentes núcleos urbanos y rurales y las inacabables campiñas cerealistas. Las densidades más elevadas se encuentran actualmente en Tierra del Pan, Campos, Benavente, Los Valles, Tábara y La Guareña.  En los últimos siete años sus densidades se han mantenido aquí relativamente estables aunque  hay que resaltar el desplome de 2018 (con densidades registradas cinco veces inferiores a la media del resto de la serie), si bien en las temporadas posteriores se ha constatado la recuperación de los parámetros anteriores.

Zamora, marzo de 2017.

En las diferentes comarcas que componen la provincia se recogen una notable variedad de denominaciones populares para esta falcónida, muy conocida entre sus habitantes por frecuentar los núcleos de población y sus entornos inmediatos.  Entre los nombres vernáculos que se le otorgan mencionamos en primer lugar los que hacen referencia a la técnica de caza más característica de esta especie, conocida como cernido, que consiste en un vuelo estacionario durante el que permanece casi inmóvil, entre 10 y 20 m de altura, esperando avistar alguna presa para lanzarse en picado hacia ella o descender lentamente en vertical sobre la misma. A este grupo de vernáculos pertenecen cernidera (La Carballeda, Los Valles), cerremícalo (Sayago y Tierra del Pan), tecedor o tejedor (Sanabria: el movimiento de alas del cernido recuerda al de los brazos del tejedor en el telar) y tentetieso o tentepino (Sayago: referido a su posición estática en el aire durante el cernido).

Asimismo, aparecen denominaciones que hacen referencia a sus preferencias tróficas, como ratonero (Sayago) o grillero (Toro). Pero el grupo más abundante de vernáculos son los que, de modo genérico, comparte con otras rapaces diurnas de pequeñas o medianas dimensiones, tales como gavilucho aguilucho (en gran parte de la provincia), gavilán (Aliste, Tierra de Alba y Sayago), azor chiquito (Aliste) o alcotán (Campos).  Finalmente, en las comarcas más septentrionales (Sanabria, Carballeda, Los Valles) encontramos talinaantanina o antanino como nombre tradicional para ésta y otras rapaces pequeñas.

Zamora, julio de 2020.

El topillo campesino y sus depredadores

Topillo campesino (Microtus arvalis). Bosque de Valorio (Zamora), julio de 2021.

El topillo campesino (Microtus arvalis) vive en la Península Ibérica, Europa central y Asia hasta el centro de Siberia. En España lo podemos encontrar principalmente en Pirineos, Cordillera Cantábrica, Sistema Central y Sistema Ibérico pero desde hace medio siglo comenzó a expandirse por la submeseta septentrional. Partiendo de las sierras que rodean la Cuenca del Duero y penetrando a través de las vegas fluviales, llegó a ocupar las tierras llanas de Castilla y León casi por completo en el transcurso de unos 20 años. Los cambios en el uso y estructura del medio agrícola, tales como la expansión de los regadíos o la simplificación del medio producto de las concentraciones parcelarias (que provocó la disminución de sus depredadores), parecen haber espoleado su expansión. Hay que recalcar que esta expansión fue un fenómeno natural, no inducido y que, desde luego, las historias sobre sueltas o introducciones de este roedor en el medio natural forman parte más bien de la imaginación y el folclore populares.

Pollos de cernícalo vulgar (Falco tinnunculus) en la reserva natural «Lagunas de Villafáfila» (Zamora), julio de 2019. El exitoso programa de instalación de nidales en este espacio natural protegido es fruto de la colaboración entre la organización GREFA (Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat) y la Junta de Castilla y León.


Tal como ocurre en la mayor parte de su área de distribución, cada pocos años las poblaciones ibéricas de topillo campesino experimentan explosiones demográficas en las que las máximas abundancias se alcanzan en verano-otoño (agosto-octubre), con una subsiguiente disminución pronunciada durante el invierno. Algunas de las medidas que se adoptan para disminuir su impacto en los cultivos suponen un grave peligro para muchas otras especies con las que comparte hábitat, especialmente el uso indiscriminado de rodenticidas anticoagulantes. Por ello, y por su mayor eficacia, resulta mucho más recomendable el control biológico, favoreciendo a sus depredadores naturales, por ejemplo mamíferos carnívoros como la comadreja (Mustela nivalis) y el zorro (Vulpes vulpes) y aves rapaces como el cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), la lechuza común (Tyto alba) y el mochuelo europeo (Athene noctua). Estas últimas responden muy bien a la colocación de nidales artificiales específicos que favorecen su presencia en muchas áreas agrícolas carentes de sustratos apropiados para su nidificación, como arbolado, edificaciones o roquedos.

Búho campestre (Asio flammeus). Cerecinos de Campos (Zamora), enero de 2020.


Lo cierto es que este pariente de los conocidos hamster cuenta con infinidad de depredadores. En el verdadero ejército de vertebrados que se ceban con él, encontramos desde oportunistas que sólo lo capturan de forma ocasional hasta verdaderos especialistas. Entre estos últimos destacan el elanio común (Elanus caeruleus) y el búho campestre (Asio flammeus), aves que expandieron su área de nidificación en las últimas décadas, colonizando las tierras zamoranas a la par que el propio topillo campesino.  Otras rapaces frecuentes en nuestra provincia y cuya dieta se basa en gran medida en este roedor cricétido son el aguilucho pálido (Circus cyaneus) y el búho chico (Asio otus). Incluso una pequeña ave paseriforme como es el alcaudón real (Lanius meridionalis) los tiene como presas habituales. Y entre los ofidios, la gran cazadora de topillos y otros pequeños roedores es, sin duda, la culebra de escalera (Zamenis scalaris), también ampliamente distribuida en las comarcas zamoranas.

Culebra de escalera (Zamenis scalaris). Zamora, junio de 2016.

Primeros vuelos

En estos días, una nueva generación de aves de multitud de especies llenan nuestras campiñas, bosques y humedales con sus siluetas y plumajes juveniles. Una legión de volatinería novata que se inicia en los secretos de la vida salvaje, preparándose para la esforzada labor de dar continuidad a sus respectivos linajes.

Como este joven cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), nacido en un edificio abandonado de las afueras de la ciudad de Zamora, y que con apenas seis semanas de edad ensaya ya, con notable pericia, el arte en el cual los de su especie son consumados especialistas y del que reciben su nombre: el vuelo cernido. Técnica que le permitirá realizar una prospección extremadamente detallada de sus territorios de caza y localizar, implacablemente, a las pequeñas presas de que se alimenta: roedores, reptiles, pájaros e insectos, principalmente.

O como estos dos jóvenes milanos negros (Milvus migrans), nacidos hace algo más de dos meses en una de las islas del río Duero a su paso por Zamora y que aguardan impacientes, en las proximidades del nido, la llegada de sus progenitores con algo de pitanza: peces, restos del basurero o la carcasa de un pequeño mamífero atropellado en alguna carretera cercana. Eternamente hambrientos, acumulan energías preparándose para el largo y emocionante viaje migratorio que, por primera vez en sus vidas, emprenderán, en el plazo de unas pocas semanas, rumbo a las ancestrales áreas de invernada de su especie en la lejana y soñada África.

También anda emprendiendo sus primeros pasos este martinete (Nycticorax nycticorax). A unas decenas de metros de la garcera mixta del Duero zamorano donde vio la luz, acecha inmóvil como una estatua a los pequeños peces que hasta hace apenas unos días le suministraban sus padres en el nido. Algún día, pasados los años, se desprenderá de su críptico plumaje juvenil para adquirir la atractiva librea que lucen los adultos de su especie.

Nuevas historias que comienzan. Les deseamos larga y venturosa vida y nosotros que los podamos seguir disfrutando por mucho tiempo más.