Cuando el moucho mía, ni es de noche ni es de día.

Este dicho popular refleja a la perfección los hábitos preferentemente crepusculares del mochuelo (Athene noctua), cuya voz -“miar” o “miagar”- se oye con más frecuencia durante las horas de transición entre la luz y las tinieblas.

Desafortunadamente, resulta cada vez más difícil escuchar a esta bonita estrigiforme de grandes y expresivos ojos amarillos, que inspiraron a los antiguos griegos para escogerla como emblema y acompañante perenne de Athenea, diosa de la Ciencia y de la Justicia. Al igual que en otras muchas culturas, las rapaces nocturnas (búhos, lechuzas, mochuelos) eran para ellos un símbolo de la sabiduría y el conocimiento. Además relacionaban al mochuelo con el olivo, cultivo en el que esta especie alcanzó tradicionalmente sus mayores densidades (“cada mochuelo, a su olivo” dice el refrán) y otro de los símbolos de la civilización clásica.

Hoy en día los mochuelos (también conocidos como mouchos, mochos y fonsos en las distintas comarcas zamoranas), no hace tanto abundantísimos y omnipresentes, están desapareciendo de nuestros campos y campiñas de un modo alarmante. Cada vez tienen menos lugares donde anidar por la pérdida de árboles viejos y edificaciones tradicionales, como los palomares, y la desaparición de sus presas (insectos, roedores, pequeños reptiles) por la intensificación agrícola. Por si fuera poco, miles de ellos perecen atropellados en las carreteras. En otras zonas, como en el occidente zamorano, la desaparición de los espacios abiertos por el avance del bosque y los matorrales y la expansión del cárabo, uno de sus depredadores, ha supuesto su práctica desaparición de una gran parte de su antigua área de distribución.

Con ellos se nos va la posibilidad de un entorno vivo y habitable para todos. El moucho ya no mía. Es la noche silenciosa.

 

Valorio: un bosque en la ciudad

El bosque de Valorio, que formó parte del antiguo monte concejil de la ciudad de Zamora y hoy constituye una de sus grandes áreas naturales periurbanas, se encuentra ubicado en un valle fluvial excavado inmediatamente al noroeste del casco urbano. La mayor parte de sus 70 ha de extensión se hallan cubiertas de pinar de pino piñonero (Pinus pinea), con presencia de un notable rodal de ejemplares de porte impresionante que superan los 200 años de edad. En torno al arroyo de Valorio, o de Valderrey, crece un bien conservado bosque de ribera, dominado por álamos (Populus alba) y chopos (Populus nigra), con sotobosque de negrillos (Ulmus minor) y zarzas (Rubus ulmifolius).

 

Además encontramos numerosas especies arbóreas de tipo ornamental, plantaciones de arizónicas (Cupressus glabra) y restos de antiguos cultivos leñosos, entre los que destaca el almendro (Prunus dulcis). También, salpicados aquí y allá, podemos observar algunos retazos del bosque de quercíneas original formado por encinas (Quercus ilex), robles melojos (Quercus pyrenaica) y quejigos (Quercus faginea). En los llanos en altura que rodean el bosque existen pastizales xerófilos y acidófilos, con importante presencia del barceo (Stipa gigantea), alternando con parcelas cultivadas de cereal de secano

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Ruiseñor común (Luscinia megarhynchos)

Valorio cuenta con una  nutrida comunidad ornítica integrada por al menos 150 especies, de las que 72 son reproductoras comprobadas. Destaca por sus poblaciones de aves forestales, con buenas representaciones de rapaces nocturnas (cárabo Strix aluco, búho chico Asio otus, autillo Otus scops y mochuelo Athene noctua) y pícidos (torcecuello Jynx torquilla, pito real ibérico Picus sharpei, pico picapinos Dendrocopos major y pico menor Dryobates minor).  

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Búho chico (Asio otus)

Además cuenta con buenas poblaciones de paseriformes como ruiseñor común (Luscinia megarynchos), mosquitero ibérico (Phylloscopus ibericus), oropéndola (Oriolus oriolus), gorrión molinero (Passer montanus) y escribano soteño (Emberiza cirlus), y es un buen lugar para la observación de diversas rapaces que lo sobrevuelan habitualmente, en especial los milanos real (Milvus milvus) y negro (Milvus migrans), el águila calzada (Aquila pennata) y el buitre leonado (Gyps fulvus).

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Pico picapinos (Dendrocopos major)

En los espacios abiertos de su entorno más inmediato abundan las cogujadas montesina (Galerida theklae) y común (Galerida cristata) y están presentes otras especies características de estos medios como el aguilucho cenizo (Circus pygargus), el alcaudón real (Lanius meridionalis) y la collalba gris (Oenanthe oenanthe).

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Cogujada montesina (Galerida theklae)

Por otro lado, se ha citado en Valorio la presencia de 25 especies de mamíferos, entre ellos el murciélago ratonero grande (Myotis myotis), la rata de agua (Arvicola sapidus), el conejo (Oryctolagus cuniculus), el tejón (Meles meles) y la jineta (Genetta geneta); 10 de reptiles, como la lagartija colilarga (Psammodromus algirus) y las culebras de escalera (Zamenis scalaris) y bastarda (Malpolon monspessulanus); 6 de anfibios, como el sapillo moteado (Pelodytes hespericus) y el sapo partero común (Alytes obstetricans); y otras 6 de peces, entre los que destaca la amenazada bermejuela (Achondrostoma arcasii), un pequeño ciprínido endémico considerado “Vulnerable” a nivel mundial.

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Bermejuela (Achondrostoma arcasii)

Finalmente, hay que destacar la bien conservada comunidad de lepidópteros que albergan nuestro pequeño bosque zamorano y sus alrededores, con más de 50 especies de mariposas diurnas presentes, entre ellas especies como Papilio machaon, Iphiclides feisthamelii, Zerynthia rumina, Zegris eupheme, Brintesia circe, Polygonia c-album, Argynnis pandora y Tomares ballus.

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Zerynthia rumina

Rapaces nocturnas del bosque de Valorio.

Las rapaces nocturnas (estrigiformes) constituyen uno de los elementos más interesantes de la avifauna de este bosque periurbano de la ciudad de Zamora. Hasta hace 15 años acogía cuatro especies diferentes de este orden de aves: el autillo (Otus scops), el mochuelo (Athene noctua), el búho chico (Asio otus) y la lechuza común (Tyto alba). Ésta última, que siempre había sido muy escasa, desapareció por aquellas fechas.

Sin embargo, unos años más tarde (en torno al 2010) una nueva especie comenzó a colonizar el bosque: el cárabo (Strix aluco). En la actualidad, su población local se compone de 3 parejas reproductoras.

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Por su parte, el búho chico mantiene desde hace dos décadas una población bastante estable que oscila enre las 5 y las 8 parejas, mientras que el autillo -antaño muy abundante- ha experimentado una regresión muy marcada, descendiendo desde las 10 u 11 parejas que se censaron hacia el año 2000 hasta las 4 o 5 actuales. Igualmente negativa es la evolución de la población del mochuelo que ha caído en los últimos 20 años desde 6 o 7 parejas hasta solamente 2 o 3.

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