
Probablemente, no encontraremos en el continente europeo una construcción elaborada por un ave comparable en su complejidad, perfección técnica e incluso cualidades estéticas, al nido del pájaro moscón (Remiz pendulinus). El aspecto de estas estructuras resulta muy característico y reconocible, con su forma de bolsa lanosa dotada de una entrada en forma de tubo emplazada en la parte superior. Demostrando ser auténticos maestros en las artes de la construcción y el tejido, los machos de esta minúscula ave paseriforme (de apenas 11 cm de longitud y 10 g de peso) los elaboran a base de diversos materiales de origen vegetal, principalmente las semillas plumosas de chopos y espadañas, pero también de origen animal como lana de oveja y telarañas.

Para asegurarlos frente a los depredadores terrestres y los vientos fuertes, los amarran con firmeza a ramas delgadas y flexibles de árboles del género Salix (los conocidos sauces, salgueras, mimbreros o paleros) o también de álamos blancos. Si a estas preferencias en cuanto a los materiales y la ubicación del nido le unimos su afición a alimentarse con semillas de plantas palustres como las espadañas y carrizos, resulta comprensible que los lugares donde vamos a encontrarlos sean, fundamentalmente, las riberas de ríos y arroyos de llanura y las lagunas y charcas con abundante vegetación.

Los machos de pájaro moscón comienzan a construir sus nidos con la intención de atraer a una hembra a su territorio. Si la deseada no aparece, el impenitente tejedor emprende la construcción de otro nuevo, en distinto emplazamiento, llegando a iniciar -aunque sin rematarlos- hasta tres diferentes de forma consecutiva. Cuando por fin se presenta la hembra y se produce el emparejamiento, ella elige el nido que más le agrada y colabora de modo activo en su finalización, especialmente en el rellenado y forrado interior, llevado a cabo con diversos materiales mullidos como plumas y musgo.

Las excelentes condiciones de protección del nido frente a depredadores e inclemencias meteorológicas aseguran a estos simpáticos y hábiles artesanos un notable éxito reproductor, lo cuál les anima, como es lógico, a depositar muchos huevos en la misma “cesta”: la puesta habitual es de 5 a 7 pero pueden llegar hasta a 10.

El pájaro moscón colonizó la cuenca del Duero a partir de la década de 1970, a partir de las poblaciones del vecino valle del Ebro y a mediados de los 80 su presencia en el Duero zamorano estaba ya notablemente asentada. La especie se expandió por los hábitat ribereños de las comarcas más orientales de la provincia e incluso llegó a instalarse muy localmente en algunos puntos del oeste. Sin embargo, en los últimos años, la extensión de su área de cría y la densidad de su población reproductora se han visto notablemente mermadas.


Las riberas del Duero a su paso por la ciudad de Zamora albergan una importante población de pájaro moscón, posiblemente la más densa de la provincia y una de las más destacadas de Castilla y León. Se trata, sin duda, de una de las aves más atractivas para los observadores de aves locales y visitantes pero, sobre todo, un excelente indicador de la buena conservación de la vegetación natural en este tramo fluvial urbano. En cambio, la antaño boyante población nidificante en el bosque de Valorio ha desaparecido prácticamente en los últimos años, sin que se conozcan las causas de este declive.
