Alas de Cormorán

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En El anzuelo de Hoderi, una antigua leyenda japonesa, Toyotama, Princesa del Mar exige a su prometido Hohodemi que el palacio que debe construir para ella en tierra firme ha de estar cubierto de alas de cuervo marino pues sus negras plumas tornasoladas reflejaban la luz del sol y le recordaban las brillantes cúpulas de madreperla del palacio subacuático de su infancia y adolescencia. Leí de niño esta maravillosa historia, innumerables veces, en un fantástico volumen titulado Narraciones de todo el mundo y siempre trataba de imaginar cómo serían en la realidad unas aves cuyo plumaje las hacía merecedoras de tan glorioso como lamentable destino.

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Tiempo adelante, tendría 17 años y andaba en mis comienzos como buscador de aves por las riberas del Duero zamorano, pude al fin tenerlos delante de mis ojos. Dos ejemplares adultos de magnífico y brillante plumaje color carbón con la nuca contrastadamente blanca y unos inolvidables ojos color esmeralda enmarcados por el llamativo amarillo de la piel del rostro. Aquellas grandes aves acuáticas procedentes del lejano norte que se sumergían con increíble habilidad y potencia en busca de su escamosa pitanza, me parecieron en aquel momento un compendio de todo lo salvaje, primitivo y vital que anida en el espíritu de la naturaleza.

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No es raro que, aunque ya llevaba un par de temporadas por lo menos dedicándome a observar aves, no los hubiera visto antes. La presencia habitual del cormorán grande (Phalacrocorax carbo) en tierras zamoranas y en la cuenca del Duero en general, data precisamente de aquellos años, de la década de 1980. La protección de que disfrutaba desde hacía algún tiempo en sus países de origen (Dinamarca, Holanda, Alemania, Francia, Reino Unido, etc) había provocado un gran aumento de sus poblaciones migradoras y con ello una extensión muy notable de su área de invernada, en especial en el interior de la península ibérica.

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Actualmente es posible observar esta especie en prácticamente todas las masas acuáticas de la provincia de Zamora y a lo largo de todos los meses del año. Resulta mucho más abundante, eso sí, fuera de la época de cría, ya desde los meses de julio y agosto -los primeros migrantes bajan muy pronto, mucho antes de la llegada de los primeros días fríos- hasta el mes de abril. En enero de 2013, en el transcurso del censo estatal coordinado por SEO/BirdLife, en el cual participé como coordinador provincial, se contabilizaron 1.826 ejemplares, distribuidos entre 14 dormideros. Zamora albergaba el contingente más numeroso entre las provincias de Castilla y León, con algo más del 30% de la población censada en esta comunidad autónoma. Casi todos los cormoranes se encontraban a lo largo de los cursos del río Duero (1.536) y Esla (244), con la mayor concentración en el tramo central del Duero, en el entorno de la capital, donde se agrupaba más de la mitad de la población invernal de toda la provincia (1.039 aves).

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Además, durante la estación reproductora permanecen habitualmente con nosotros algunos grupos de no reproductores y, desde hace unos 15 años, contamos con una pequeña población nidificante, repartida entre tres o cuatro pequeñas colonias que acogen cifras totales, por lo general, no superiores al medio centenar de parejas. Estos núcleos de cría, al igual de los dormideros comunitarios, se ubican en el arbolado ribereño, aunque algunas parejas han llegado a criar, eventualmente, sobre sustrato rocoso.

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La presencia, relativa y localmente abundante, de este consumado y especialista ictiófago causó, desde un primer momento,, preocupación entre los aficionados a la pesca deportiva y se producen por parte de este colectivo frecuentes solicitudes para que se efectúen descastes de una especie que no está considerada como cinegética. En general, los argumentos aportados para estas peticiones adolecen del más mínimo fundamento científico. Como cualquier otro depredador, el cormorán grande no esquilma las poblaciones de sus presas sino que tiene un efecto positivo, saneador, sobre las mismas. Si en determinadas zonas hay “muchos” cormoranes es precisamente porque hay muchos peces. No hay motivo real para la preocupación.

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El principal problema para la fauna piscícola de nuestros ríos no lo constituyen los depredadores autóctonos: cormoranes, garzas, martines pescadores, nutrias… El enorme y dantesco drama de nuestros ríos procede de la introducción y extensión masiva de especies exóticas, alóctonas, con fines exclusivamente recreativos que ha conducido en una gran parte de nuestras masas acuáticas a la desaparición -por competencia y depredación- de la casi totalidad de nuestras especies autóctonas, práticamente todas ellas valiosísimos endemismos hoy día incluidos en la lista roja de especies amenazadas pero que por lo visto no tienen interés para los “deportistas”.

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Bermejuela (Achondrostoma arcasii)

Todo ello de la mano de actitudes irresponsables que destruyen, por mezquindad e ignorancia, lo que es un patrimonio de toda la ciudadanía. Lo cierto es que en nuestros ríos y embalses no hay escasez de pesca, de hecho hay una enorme biomasa de carpas, alburnos, percas americanas, percasoles, lucios, luciopercas, gambusias…todos ellos especies alóctonas. que no deberían de estar ahí.  En cambio, en muchos de ellos ya no queda ni rastro de los autóctonos escallos, bogas, bermejuelas y gobios, y los barbos son cada vez más escasos.

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El problema no es, por tanto, el cormorán. Al contrario: al depredar sobre las especies de peces exóticos ayuda al control de sus poblaciones. No quiero ni imaginar cómo serían las dimensiones del desastre que ya sufren nuestros ríos si encima no pudieran disfrutar de la benéfica acción de éste y otros magníficos pescadores de nuestra fauna autóctona.

Los que ya no están y los recién llegados (o regresados)

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Avutarda común (Otis tarda)

La fauna del municipio de Zamora experimentó importantes cambios en cuanto a su composición a lo largo de los últimos 50 años. Por una parte, durante el último tercio del s. XX y lo que lleva transcurrido del XXI, varias especies de vertebrados desaparecieron del término de la ciudad, a menudo en el marco de procesos generalizados de rarefacción de dichas especies, ocasionados por la destrucción o grave modificación de su hábitat, competencia con especies alóctonas introducidas, caza excesiva o venenos, entre otros factores.

Entre estas especies que hoy consideramos ya desaparecidas de nuestro término municipal, se cuentan mamíferos carnívoros como el Lince ibérico (Lynx pardina) y, muy probablemente, el Gato montés (Felis sylvestris). Del lince, concretamente, las últimas citas en las dehesas ubicadas al oeste de la ciudad son de la década de 1970.

Otro grupo de especies que ha sufrido una verdadera sangría en el municipio de Zamora es el de las aves esteparias: la Avutarda (Otis tarda) y la Ganga (Pterocles alchata) desaparecieron entre las décadas de 1980 y 1990, mientras que el Sisón (Tetrax tetrax) y la Ortega (Pterocles orientalis) aguantaron con mínimos efectivos hasta hace muy pocos años. En estos casos, la urbanización de una parte muy importante de su hábitat (en el actual polígono industrial de “Los Llanos”) y la grave modificación por intensificación agrícola del resto, fueron los factores principales que condujeron a este lamentable destino.

También entre los habitantes del medio acuático hemos padecido destacadas pérdidas: peces autóctonos como la Boga del Duero (Pseudochondrostoma duriense) o la Anguila europea (Anguilla anguilla) así como el cangrejo de patas blancas (Austropotamobius pallipes) desaparecidos a causa de la introducción de especies exóticas, competidoras o depredadoras y el caso de la Anguila, por la construcción de grandes presas en el Duero, impidiendo su ascenso desde el Atlántico.

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Ciervo (Cervus elaphus)

Como contrapunto, en este mismo período se constató la colonización -o recolonización- del municipio por unas cuantas especies de vertebrados autóctonos que llegaron aquí por sus propios medios. Entre ellos podemos encontrar grandes mamíferos como el Jabalí (Sus scrofa), el Corzo (Capreolus capreolus) y el Ciervo (Cervus elaphus) que fueron apareciendo en las últimas décadas del siglo XX, tras largo tiempo ausentes del municipio. Un micromamífero, el Topillo campesino (Microtus arvalis), llegó aquí en la década de 1980.

Más nutrida es la nómina de nuevas aves que nos fueron llegando -en  muchos casos posiblemente haya que hablar de “regreso”- en este período: Somormujo lavanco (Podiceps cristatus), Cormorán grande (Phalacrocorax carbo), Garcilla bueyera (Bubulcus ibis), Avetorillo (Ixobrychus minutus), Garza imperial (Ardea purpurea), Elanio (Elanus caeruleus), Tórtola turca (Streptopelia decaocto), Pico menor (Dryobates minor), Golondrina dáurica (Cecropis daurica), Curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala) Pájaro moscón (Remiz pendulinus), Rabilargo ibérico (Cyanopica cooki) o Gorrión moruno (Passer hispaniolensis).

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Avetorillo (Ixobrychus minutus)

Entre los factores conocidos de la expansión de estas especies de aves -muy variados- se pueden citar la protección de sus poblaciones (Cormorán grande), el calentamiento del clima (Curruca cabecinegra) o las transformaciones del hábitat (Pico menor).

Por último, encontramos una serie de especies alóctonas, que han llegado aquí de la mano del hombre y que, en general, suponen un problema gravísimo para nuestro medio natural, sobre todo por su papel de depredadores o competidores de especies nativas (autóctonas). Este sería el caso del Visón americano (Neovison vison), la Tortuga de Florida (Trachemys scripta), el Cangrejo de río americano (Procamburus clarkii), la Almeja asiática (Corbicula fluminea), la Mariposa del geranio (Cacyreus marshalli) y un gran número de peces introducidos, fundamentalmente, para la práctica de la pesca deportiva: Carpa (Cyprinus carpio), Pez rojo (Carassius auratus), Alburno (Alburnus alburnus), Perca sol (Lepomis gibbosus), Perca americana (Micropterus salmoides), Lucioperca (Sander lucioperca) y Lucio (Esox lucius).

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Perca americana (Micropterus salmoides)

Garcillas bueyeras y Martín pescador: una nueva ruta de «Zamora, Aves y Naturaleza»

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El pasado domingo 16 de diciembre tuvo lugar en la ciudad de Zamora una nueva ruta de observación de aves -la número 32- del programa  “ZAMORA, AVES Y NATURALEZA”  que promueve la Concejalía de Turismo del Ayuntamiento de Zamora con la colaboración de la empresa de turismo natural “El Mirador del Lobo”, programa en el que tomo parte como guía y organizador.

Participaron un total de 15 personas de todas de las edades,  de las cuales más de la mitad -8- acudieron desde otras provincias, concretamente las de Valladolid, Salamanca y Madrid.

El recorrido se llevó a cabo por la margen izquierda del Duero, en las inmediaciones del barrio de Pinilla y en horario de tarde para poder disfrutar con el magnífico espectáculo de dos dormideros comunales de Garcilla bueyera (Bubulcus ibis) y Cormorán grande (Phalacrocorax carbo) que se forman en sendas islas de este tramo fluvial urbano. En el dormidero de garcillas la cifra de aves presentes superó los 300 ejemplares mientras que en el de cormoranes se rondaba el centenar

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Garcillas bueyeras bebiendo en el río Duero (Bubulcus ibis)

Los participantes también tuvieron la oportunidad de contemplar la nutrida colonia de Cigüeña blanca (Ciconia ciconia) asentada en las islas del Duero, entre ellas un ejemplar bien conocido por los ornitólogos zamoranos (C16M), anillada hace seis años y medio en el casco antiguo de la ciudad por Pablo Santos y que se hallaba enfrascada, junto con su pareja, en la reparación de su voluminoso nido de cara al comienzo de un nuevo período reproductor.

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Entre las restantes especies observadas, una de las pequeñas joyas de nuestras riberas, el Martín pescador (Alcedo athis) hizo las delicias de pequeños y grandes que pudieron disfrutar con su plumaje de vivos colores gracias a nuestros telescopios. Además se vieron varias garzas reales (Ardea cinerea), un activo y cantarín Cetia ruiseñor o Ruiseñor Bastardo (Cettia cetti) y los siempre abundantes ánades azulones (Anas platyrhynchos).

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Martín pescador (Alcedo athis)

Una vez más quedamos muy satisfechos con el logro de los dos principales objetivos del programa: promocionar nuestra ciudad como destino de turismo de observación de la naturaleza y dar a conocer su magnífico patrimonio natural tanto a los visitantes como a los residentes en la misma.

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Ánade azulón (Anas platyrhynchos)

 

En la zuda.

Las zudas o presas de los molinos resultan puntos de gran interés para la observación de una extraodinaria variedad de aves (no sólo acuáticas) que se sirven de ellas como lugar de alimentación o, simplemente, de descanso.

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En la imagen, varios ejemplares de garceta común (Egretta garzetta) junto a una garceta grande (Ardea alba), una garza real (Ardea cinerea) y un cormorán grande (Phalacrocorax carbo) acechando alburnos (Alburnus alburnus) en una zuda del rio Duero a su paso por la ciudad de Zamora.