Alcornocales zamoranos

Hace tres millones de años, los alcornoques (Quercus suber L.) prosperaban en las laurisilvas, un tipo de bosque nuboso subtropical que dominaba en aquellos tiempos la cuenca del Mediterráneo occidental.  Pero durante los períodos más fríos de las posteriores glaciaciones cuaternarias, el nuevo clima, mucho más frío y seco, los condujo a refugiarse en algunas áreas especialmente templadas y húmedas del suroeste ibérico, región donde todavía hoy encontramos las más extensas representaciones de esta fagácea a nivel mundial y también su mayor diversidad genética. 

Desde allí fueron recuperando, pasado el último período glacial, buena parte del terreno perdido. Fieles a sus orígenes, buscaron los lugares que gozaban de inviernos más suaves, sin demasiadas heladas, y al mismo tiempo de ciertas precipitaciones (más de 450 mm de lluvia anual), recordando, aunque lejanamente, las condiciones de la laurisilva perdida. Junto con estas exigencias climáticas, los alcornoques también requieren la presencia de suelos silíceos y con preferencia arenosos, evitando los calizos. Así, su distribucción actual incluye áreas de Portugal, España, Francia, Italia, Marruecos, Argelia y Túnez. Los alcornocales más extensos y continuos siguen siendo los del cuadrante suroccidental ibérico y los de la costa magrebí.

En la provincia de Zamora se distribuye de forma salpicada por buena parte de las comarcas de Sayago, Aliste, Alba y Tábara y, más localizado aún, en las de Tierra del Pan, Tierra del Vino, La Guareña, Los Valles y La Carballeda.  Entre los alcornocales más destacados y famosos de la provincia podemos mencionar El Sofreral en Cerezal de Aliste y Valduyán en Fornillos de Fermoselle. Otras masas importantes las encontramos en las tierras altas del sureste de Sayago (municipios de Mayalde, Cabañas de Sayago y Alfaraz) y en las solanas de la sierra de la Culebra (Escober, Ferreras de Abajo, Cabañas de Aliste…), estas últimas gravamente dañadas por los pavorosos incendios del verano de 2022.

Imagen de El Sofreral de Cerezal de Aliste, uno de los alcornocales más extensos de la comunidad autónoma de Castilla y León.

Distribución del alcornoque en Zamora. Adaptado de: Bariego P. y Gutiérrez J. L. (1997). Apuntes sobre la distribución del alcornoque (Quercus suber L.) en la provincia de Zamora. Anuario del Instituto de Estudios Zamoranos 1997: 325-338.

Sus hojas coriáceas y persistentes se asemejan a las de la encina, de las que se diferencian por sus nerviaciones, por su tono verde más brillante y porque suelen estar abarquilladas.

Aunque en ocasiones encontramos masas monoespecíficas de cierta magnitud, lo más habitual en Zamora es que los alcornoques aparezcan mezclados con otros árboles del género Quercus, como la encina (Quercus ilex L.), el quejigo o piedemarro (Quercus faginea Lam.) y el roble carbizo o rebollo (Quercus pyrenaica Willd.). Por otro lado, es frecuente que los acompañe un profuso sotobosque formado por matorales como la jara pringosa (Cistus ladanifer L.), la jara cerval (Cistus populifolius L.), el torbisco (Daphne gnidium L.), el brezo rubio o urz negral (Erica australis L.) o el piorno (Genista florida L.), entre otros muchos.

Notable ejemplar de roble carbizo o rebollo delante de dos alcornoques. En la masa forestal contigua ambas especies se mezclan profusamente con encinas y robles quejigos. Tierra del Pan (Zamora).

Sin duda, de sus producciones o aprovechamientos tradicionales (bellota, pastos, leña, carbón vegetal, etc) el más específico y apreciado es el corcho, capa aislante y porosa que recubre sus tallos y ramas protegiéndolos de los calores y sequedad del estío mediterráneo e incluso de los devastadores incendios, tan frecuentes en estas latitudes. Caso ejemplar de equilibrio entre la obtención de recursos naturales y la conservación del monte mediterráneo, el corcho tuvo y sigue teniendo múltiples usos, siendo el más conocido la fabricación de tapones para el embotellado de vinos y licores (hubo una fábrica en Almeida de Sayago y sigue existiendo una industria de este tipo en la vecina localidad salmantina de Valdelosa), la elaboración de colmenas (conocidas como corchos en muchos pueblos zamoranos), la producción de aglomerados para revestimiento de cápsulas de satélites, aislamiento de suelos y paredes en viviendas o la fabricación de plantillas de calzados y ropa. 

Alcornoques o zofreros recientemente descorchados, en el término municipal de Zamora. Al extraerse el corcho queda al descubierto la casca o capa madre, de color amarillento, que poco después toma un intenso y característico color rojo.

No es de extrañar, por tanto, que la mayoría de las denominaciones vernáculas con que es conocido este árbol en tierras zamoranas (y en general en todo el norte de España) deriven del sustantivo latino para llamar al corcho: suber. A partir de este término se formaron fitónimos como zofrero, zufreiru o sofrero, de uso tradicional en gran parte de su área de distribución zamorana: Aliste, Tierra de Alba, Tierra de Tábara y Tierra del Pan.

Estas mismas denominaciones para el alcornoque son las que se usan habitualmente en la comarca leonesa del Bierzo y en diversas localidades asturianas, lo que nos confirma que son las propias del asturleonés occidental. Igual origen tienen las denominaciones propias del gallego y el portugués (sobreiro) y del catalán (surera). Lo mismo que jebrero, que es como se conoce a este árbol en el extremo occidental de la comarca zamorana de Sayago, en el suroeste de la provincia.

En otras zonas del sur de Zamora, el vernáculo tradicional coincide con el del castellano general: alcornoque (mozarabismo formado a partir del latín quernus, ‘encina’, precedido por el artículo árabe al-), alternando con otros nombres como corchera o encina del corcho. Topónimos locales como El Zufriral, La Jebrera, L’Acornocal, El Sofreral, El Sobradal o El Corchal , entre otros muchos, nos ofrecen testimonios elocuentes de la importante presencia pasada y actual de los árboles corcheros en nuestros montes, dehesas y sierras.

Su continuidad futura tal vez no se halle tan segura: sequías cada vez más frecuentes y prolongadas, incendios cada vez más devastadores, sustitución del corcho natural por el sintético y otros muchos factores, amenazan un ecosistema de incalculable valor, incluido como “Hábitat prioritario” en la Directiva Hábitats de la Unión Europea y que proporciona cobijo y alimento a una variada e interesante comunidad faunística.

En Cabañas de Aliste, en la vertiente meridional de la sierra de la Culebra, los alcornoques aparecen meclados con madroños (Arbutus unedo) y encinas, creciendo sobre pedrizas, sin apenas suelo. La foto está tomada antes del incendio de junio de 2022 que supuso un golpe mortal para esta valiosísima e interesantísima masa forestal relicta, la cual se hallaba completamente rodeada por plantaciones de pinos.

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