O ángeles o demonios

Durante siglos, la cría de las palomas bravías (Columba livia) fue privilegio reservado a la nobleza, incluida la pequeña. Así, la posesión de un palomar permitiría al Ingenioso Hidalgo manchego incluir en su repertorio << (…) algún palomino de añadidura los domingos>>.  No sólo resultaban una fuente apetecible y envidiada de proteínas, sino que además aportaban un poderoso abono (la palomina o guano de paloma) fundamental hasta tiempos no tan lejanos para incrementar la productividad de huertas y viñedos. Viña y palomar solían ir de la mano.

Mucho antes de la invención del telégrafo y de todos los medios de transmisión de mensajes a larga distancia que han ido apareciendo en cascada inagotable hasta el día de hoy, las palomas mensajeras cumplieron un papel indispensable en las comunicaciones. No debe resultar extraño, entonces, que un ave tan útil y -siendo objetivos- para nada carente de belleza, alcanzara un puesto verdaderamente elevado en el imaginario de nuestra cultura. Símbolo de la paz y, en la religión cristiana, de la santidad y de la pureza además de representación corpórea ni más ni menos que del Espíritu Santo.

¿Qué ha ocurrido para que, en el transcurso de unas pocas décadas, las palomas se hayan convertido en compañía indeseable, peligrosa plaga objeto de persecución implacable, “ratas voladoras” y todos los calificativos denigratorios que oímos a diario sobre ellas? Sin duda, cambios muy profundos en nuestro modo de vida, necesidades, percepciones y preferencias. Así, la misma palomina que se recogía como valioso fertilizante devino en porquería corrosiva. De su historia gloriosa solo quedan los daños al patrimonio y la alarma sanitaria.

Un claro ejemplo de nuestra ¿natural? tendencia a olvidar el pasado y saltar de un extremo a otro sin despeinarnos. O ángeles o demonios: no dejamos espacio para los matices ni consideramos más opciones. El hombre es, sin lugar a dudas, una especie muy exagerada.

2 comentarios en “O ángeles o demonios

Deja un comentario